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EDITORIAL

El Rey y ese objeto de Petro

El papel del Rey en representación del Estado no es el de participar en los delirios caudillistas de los nuevos déspotas que asolan el continente.

La izquierda y los separatistas tratan de erosionar la figura del Jefe del Estado a cuenta de la toma de posesión de Gustavo Petro como presidente de Colombia. La excusa es que el monarca permaneció sentado durante la irrupción en escena de la supuesta espada de Simón Bolívar, un golpe de efecto de Petro que revela el carácter despótico del nuevo presidente colombiano, cuyo rasgo biográfico más destacado es el de haber militado en la banda terrorista M-19. "Como presidente de Colombia, le solicito a la Casa Militar traer la espada de Bolívar", dijo Petro tras jurar el cargo. Y ese "momento" y la posterior "procesión" no estaban descritos en el protocolo que las autoridades colombianas hicieron llegar a la Casa Real.

Cabe destacar que los símbolos oficiales de Colombia son la bandera, el escudo y el himno nacional y la ley colombiana que regula la "etiqueta" institucional nada dice sobre la espada de Bolívar, que tiene un alto valor para los terroristas del M-19 que la robaron en 1974, instante a partir del cual la autenticidad de la cosa exhibida es una mera suposición. Son tantas las peripecias del sable tras el robo, incluida su custodia en la Cuba castrista, que es imposible afirmar que la reliquia tan venerada de súbito por los enemigos de España sea la verdadera espada del genocida Bolívar en vez de una simple reproducción.

El papel del Rey en representación del Estado no es el de participar en los delirios caudillistas de la fecunda quinta de nuevos déspotas que asola el continente, del Río Grande al Estrecho de Magallanes. Después de haber asistido en representación de España a más de setenta tomas de posesión en Iberoamérica, el monarca está acostumbrado desde que era príncipe a toda clase de extravagancias. Que la toma de posesión de Petro haya sido un circo no es un problema de España, sino de Colombia y sus ciudadanos, que se exponen a la aplicación de los errores que han conducido a naciones antaño prósperas y prometedoras a la ruina de manera contumaz y reiterada.

Las críticas sobre la supuesta falta de respeto vertidas contra el Rey carecen de todo fundamento, entre otras razones porque es imposible faltar al respeto a lo que no merece ningún respeto. Que los desnortados dirigentes de Unidas Podemos o los separatistas amigos de Petro, que fue designado "observador internacional" por la Generalidad durante el golpe de Estado de 2017 en Cataluña, se abalancen como hienas sobre la figura del Jefe del Estado responde lisa y llanamente a que aprovechan cualquier circunstancia para tratar de erosionar nuestro sistema democrático con la connivencia indispensable del Gobierno de Pedro Sánchez. Para todos ellos, Felipe VI es el Rey que se plantó ante el golpe de Estado con un discurso el 3 de octubre de 2017 y uno de los diques de contención de sus ansias antiespañolas y contra la convivencia en libertad e igualdad de todos los españoles.

De ahí la feroz campaña, los insultos, las criminales alusiones a la guillotina y toda esa basura que es capaz de destilar la furia enfermiza de la izquierda y los separatistas contra el Rey, quien en Colombia volvió a dar un ejemplo de capacidad en las misiones que constitucionalmente tiene asignadas.

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