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José T. Raga

NASA versus N. U.

Frente al I.P.C.C., acabamos de conocer un estudio de la NASA que refleja los efectos de la erupción del volcán Hunga Tonga-Hunga Ha'apai.

Frente al I.P.C.C., acabamos de conocer un estudio de la NASA que refleja los efectos de la erupción del volcán Hunga Tonga-Hunga Ha'apai.
Imágenes de satélite proporcionadas por Copernicus, el Programa de Observación de la Tierra de la Unión Europea, que muestran el impacto de la erupción volcánica Hunga-Tonga | European Union, Copernicus Sentinel-2

O quizás convendría precisar más los órganos que están llamados a esta contienda, porque NASA es suficientemente explícito como para no desviar responsabilidades a terceros, sin embargo, N.U. –Naciones Unidas– es un vasto conglomerado de organismos, que tienen poco que ver unos con otros. Por eso, cuando hablamos de N.U. deberíamos precisar a quién estamos juzgando. En este caso, centramos nuestra consideración en el I.P.C.C. –International Panel for Climate Change–, es decir el grupo que pronostica, con razón o sin ella, acerca del calentamiento global de nuestro planeta.

El I.P.C.C. ha gozado, desde el primer momento, del privilegio de la verdad inapelable, y de ahí viene la capacidad para amenazar –el invierno que estamos dispuestos a afrontar, será un período de extrema dureza, con una economía desmembrada y con toda probabilidad en recesión, y un deterioro visible de la salud del planeta–.

Responsables, los hombres y mujeres que hoy pueblan la tierra –siendo curioso que se excluyen los daños producidos por los primeros pobladores– homo erectus (entre 1,9 millones de años y 117.000, Pleistoceno inferior y medio) y también, entre otros muchos, el homo neanderthalensis, (entre 230.000 y 28.000, avanzado el Pleistoceno medio).

Pues bien, sin comerlo ni beberlo, nos hemos convertido en responsables únicos del deterioro del planeta, debido a un consumo desmesurado de bienes escasos en la naturaleza, además de contaminar la atmósfera, sin solución, para las generaciones futuras.

Así pues, con el corazón encogido por nuestra maldad, asumimos nuestra responsabilidad de lo que hay y de lo que viene. Automóviles, aviones, y la capacidad destructiva del hombre por su sobreconsumo, raza que aniquila especies…

Resultado: según el I.P.C.C. estamos forjando un calentamiento global que acabará con la especie humana, como acabó con la de quienes nos precedieron. Vienen tiempos de escasez, de hambre, de carencias de recursos, si no decidimos restringir, ya hoy, los dispendios a los que estamos acostumbrados, desde los primeros pobladores.

Frente a esa versión del I.P.C.C., acabamos de conocer un estudio, desarrollado en la NASA, que refleja los efectos de la erupción del volcán Hunga Tonga-Hunga Ha’apai (15 de enero). A decir del estudio, el volcán lanzó a la atmósfera una enorme cantidad de vapor de agua que podría ser bastante para calentar la superficie de la tierra, al menos temporalmente.

La erupción produjo un tsunami que dio la vuelta al mundo dos veces, a decir de los científicos de la NASA. Algo semejante ocurrió como consecuencia de la erupción submarina en el Pacífico Sur.

No tengo competencia para juzgar quién está en lo cierto, aunque sí que me preocupa el silencio sepulcral que se ha guardado para dar a conocer el informe de la NASA, cuando diariamente estamos amenazados por los informes del I.P.C.C. Si estos últimos consideran que lo dicho por la NASA no tiene solvencia científica, prestarán un buen servicio a la humanidad, si se adentran en ello y buscan las evidencias que lo soporten, o que lo contradigan.

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