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Apología del feijooísmo

En España, ya se sabe, es tradición correr siempre en auxilio del ganador. Y al gallego, ahora sí, se le está empezando a poner cara de presidente.

En España, ya se sabe, es tradición correr siempre en auxilio del ganador. Y al gallego, ahora sí, se le está empezando a poner cara de presidente.
El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo durante el desayuno informativo celebrado en el hotel Villa Magna de Madrid. | EFE

Las personas nunca cambiamos. Y los países, en el fondo, tampoco. Por eso a Feijóo le han salido tantos rendidos admiradores y admiradoras en las últimas horas. En España, ya se sabe, es tradición correr siempre en auxilio del ganador. Y al gallego, ahora sí, se le está empezando a poner cara de presidente. Feijóo, un señor de derechas normal y corriente, profesional de la política serio, previsible y responsable, pero huérfano del menor carisma y sin tampoco nada especial que decir, llevaba algo así como varías glaciaciones encadenando mayorías absolutas en Galicia. Y se dispone a repetir la receta en Madrid. Una fórmula que, por lo demás, no encierra ningún arcano misterioso.

Porque el único secreto de esa fórmula magistral de la Coca-Cola política que descubrió en su tierra galaica consiste simplemente en dormir el partido. Feijóo barría por sistema en Galicia porque encontró la manera de despolitizar la política. Y está empezando a hacer lo mismo en la capital. La pócima mágica de Feijóo consiste en obviar por sistema eso de la batalla de las ideas, ruidosa nadería que tanto gusta a los doctrinarios y a los diletantes. La única batalla que le interesa a él es la de las urnas. Y esa, la de los papelitos dentro de la cajita, está acostumbrado a ganarla por incomparecencia del contrario. He ahí su suprema pericia: inducir un estado de irresistible narcolepsia colectiva entre la izquierda sociológica el día que toca votar.

En su Galicia hay siete ciudades ( el resto del territorio somos bucólico paisaje rural). Bien, pues en las siete gobierna la izquierda. El PP simplemente no existe en la Galicia urbana. Sin embargo, esa misma izquierda devino por norma incapaz de conquistar la Xunta a Feijóo. Y la única razón fue que él se las arreglaba para no dar miedo. Feijóo no asusta a nadie. Es el anti Aznar. De ahí que su figura resulte tan desesperante para el Gobierno. Porque es metafísicamente imposible movilizar a la izquierda contra un tipo tan aburridamente razonable como él. Si la inflación sigue, lo tiene hecho.

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