En su fatal arrogancia, la izquierda cree que puede cambiar el mercado de trabajo o incluso la economía toda a golpe de decreto; en su infinita ignorancia, Yolanda Díaz ni siquiera es capaz de prever los efectos más secundarios de sus demagógicas medidas.
En cualquier caso, lo cierto es que si esos efectos secundarios le preocupasen podría consultar a los expertos y tomar decisiones más pensadas y menos al calor de campañas publicitarias, propaganda política cuyo único fin es tratar de colmar una ambición tan enorme como disparatada: nunca tan poco aspiró a tanto.
El problema es que, mientras tanto, Díaz legisla sobre materias de gran importancia y lo hace con efectos ciertamente perniciosos. Incluso sin llegar a legislar, su irrupción en asuntos tan complejos como la cesta de la compra y el sector de la distribución es capaz de generar inestabilidad y alarma entre accionistas, trabajadores y consumidores.
Sin duda alguna, uno de los ámbitos en los que más pernicioso va resultar el paso de Yolanda Díaz por el Ministerio de Trabajo va a ser la legislación laboral, con una reforma más pensada como anuncio de cara a la galería que como una verdadera solución a los problemas, que son muchos, de nuestro mercado de trabajo.
En lugar de eso la ministra y vicepresidenta se lanzó a la elaboración de una normativa cuyo fin era poder anunciar determinados logros, más allá de que eso tenga o no efectos positivos en el mercado laboral y en la vida de los trabajadores.
Probablemente no hay mejor ejemplo de esto que el hecho que ha desvelado un informe del sindicato USO: mientras el Gobierno presume de eliminar la temporalidad la verdad es que a las empresas no les queda otro remedio que aprovechar resquicios legales para no comprometer el futuro de su actividad por una plantilla excesiva. Así, los despidos por no superar el periodo de prueba se han multiplicado un impresionante 900% y no es el único dato dramático: los que se acogen a causas objetivas crecieron en un 234% y los disciplinarios un 170%.
Como se puede ver, un rotundo fracaso y, desde luego, un panorama muy distinto del que tratan de presentarnos el Gobierno, la propia ministra y sus terminales mediáticos, embarcados en una campaña electoral que más pronto que tarde acabará en nada, pues a estas alturas ya casi todo el mundo se ha dado cuenta de que, envuelta en sus formas suaves y sus cuidados estilismos, Yolanda Díaz no es más que otro gran engaño comunista, por mucho que trate de disimularlo.

