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Despedidos y despedidas

Tras enterarme del puntapié a Carlos Morilla comienzo a pensar que la crueldad con periodistas y asesores es más propia de los partidos de la derecha.

Tras enterarme del puntapié a Carlos Morilla comienzo a pensar que la crueldad con periodistas y asesores es más propia de los partidos de la derecha.
Álvaro Zancajo con Macarena Olona en la campaña de Andalucía de este año. | Vox

Carlos Morilla, periodista multidisciplinar y nueve años compañero desde los comienzos de esRadio en Sevilla decidió un día de su vida, cuando Vox no era nada y cuando acercarse a la parroquia de Santiago Abascal era un riesgo físico, dar un paso moral. Si ya ser del PP fue jugársela profesional, e incluso personalmente, durante muchos años, unirse a la caravana verde de la "derechita valiente" era heroico. Cuando nadie lo esperaba, Vox logró milagrosamente 12 escaños en el Parlamento andaluz, salvar de paso al centro derecha de otra derrota y abrir el Sur a un principio de cambio esperanzador. El régimen socialista, arácnidamente tejido desde 1982, podía destejerse y la situación de ultimidad de la región más poblada de España podía albergar esperanza de regeneración y prosperidad en libertad.

Carlos Morilla era hasta hace nada miembro del Consejo de Administración de la Radio Televisión Andaluza a propuesta de Vox, y acaba de dejar de serlo, por impuesta de Vox, para dar paso a Álvaro Zancajo, que fue presentador de grandes telediarios y que se unió a la campaña de Macarena Olona en Andalucía, la peor que recuerdo haya hecho partido alguno desde 1978, si exceptuamos aquella de UCD contra el referéndum para el Estatuto de Autonomía de Andalucía de 1980. Pero, al parecer, en los círculos mistéricos de algunos partidos el no conseguir los objetivos previstos se premia con un sillón calentito de euros y representación y el buen trabajo de cuatro años denunciando que el cambio no había llegado a Canal Sur, se merece el despido. ¿O no ha sido eso lo que ha ocurrido con el relevo de Morillas que poca gente se explica?

Como lo que es, un periodista de vocación que va de abajo arriba, trabajó en numerosas empresas y adquirió impagables experiencias profesiones. Comenzó en 40 Principales, Máxima Fm, Punto Radio donde el dinero era fantasmal. Fue locutor y responsable de Andalucía en la expansión de Europa Fm y director de 20Tv antes de ejercer durante 9 años como director de informativos regionales y locales de Libertad Digital y EsRadio, donde lo conocí. De la nada logró llevar esRadio al florecimiento social –hasta caseta en la Feria de Sevilla le consiguió, que ya es de nota—. No pudo ser económico porque el PSOE cerraba el grifo de la publicidad institucional. Además, colaboró libremente con otros medios como Canal Sur o Antena 3 y ejerció el periodismo institucional en el Hipódromo de Dos Hermanas, pueblo en el que reside, o en la Rafa Nadal Tour. Finalmente, decidió dar su paso libre y vital y se convirtió en director de comunicación del grupo parlamentario de Vox y en consejero de administración de la RTVA.

Sé por experiencia que los partidos son desagradecidos, empresas, que es lo que realmente son, regadas con dinero público. Algunos, con mucho. Quienes los dirigen, que la mayoría de las veces no han logrado mérito propio alguno en su vida salvo decir amén a todo y obedecer sin más, no tiemblan a la hora de dejar sin comer y sin futuro a quienes les ayudaron en los momentos más crudos y difíciles. Pero tras enterarme del puntapié a Carlos Morilla comienzo a pensar que esta refinada crueldad laboral con periodistas y asesores es más propia de los partidos de la derecha. Tras el trompicón de Macarena Olona, ahora nos llega el caso Carlos Morilla. Yo no sé lo que le pasa a Vox, porque ni hablan con nadie ni dan explicaciones de escándalos tan sonados. O es chulería, o es autismo político o es una especie de españolismo "científico" que nadie puede atreverse a poner en duda. La libertad, la razón, la explicación, ¿para qué? Pues nada. Seguimos aprendiendo a decepcionarnos. Ya con sobresalientes.

La colina vacía

Tiene que ser amargo haber nacido en San Juan del Puerto (Huelva) y morir alejado en una residencia de Ubrique (Cádiz), arrecogío junto a su amigo, el atípico empresario y empitonado judicial por fraudes a la Seguridad Social, José Luis López Martín, El Turronero, que se mueve como un pájaro en la cuerda de equilibrios políticos con Iván Espinosa de los Monteros o Mario Conde o Albert Rivera o Pedro Pacheco o la socialista Pilar Sánchez, ex alcaldesa de Jerez o Mamen Sánchez, la primera edil actual.

Caprichoso, contradictorio, a veces ciclotímico y casi siempre caótico administrador, Jesús Quintero fue agraciado por el don de la interpretación y aprendió a ser gerente aplicado del silencio fértil entre pregunta y pregunta. Consiguió el favor del PSOE andaluz muchos años pero logró rodearse de gente de talla y valía. Fue Paco Cervantes, un técnico de radio fervoroso del feli-alfonsismo y luego director efímero de un escandaloso Canal Sur, quien le transmutó en El Loco de la Colina y le protegió en la Radio Televisión Andaluza, aunque ya no le hacía falta. Yo también le hice algún cuestionario, que nunca pagó, como era costumbre, y lo atendí cuando me lo pidió.

Uno de sus mejores aciertos fue contar con el gran poeta sevillano Javier Salvago, tal vez un antihéroe, dice Juan Bonilla, como Quintero, que habitaba en su colina pero no olvidaba lo hermoso y limpio que es gatear por las alcantarillas con los "tiráos" de la vida, sus mejores personajes.

Como dos enemigos, con sus dos soledades
de espaldas, se vigilan por si acaso uno hace
un gesto que propicie el encuentro, el abrazo,
la paz que ambos desean…, pero esperan en vano.
Lo que llega es el sueño, como una dulce tregua
de libertad, el sueño, la muerte por entregas.

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