
Qué trajín en el cementerio. "El procés ha muerto", "el procés, está muerto y enterrado", "el procés, ni muerto ni vivo". No vamos a ganar para corbatas negras. Es como si hubiera la necesidad de tranquilizar al personal y que vuelva a sus labores, no sea que una vez se ha movilizado contra la independencia, quiera hacerlo ahora por los Derechos Civiles.
Ni uno sólo de los muchos artículos y noticias empeñados en enterrar el procés, se ha ocupado de advertirnos de la evidencia: hemos frenado la independencia, pero no la exclusión de nuestros derechos lingüísticos, la extorsión al Estado, y la ciudadanía saboteada. Los mismos que durante 42 años prepararon la intentona, siguen en el poder.
El enemigo nunca ha sido la independencia, sino el procés. O su amenaza. Aunque los muy necios se llegaran a creer por nueve segundos que la tenían a la vuelta de la esquina. Su supremacismo sigue intacto. Llevan 42 años mangoneando el cortijo con diferentes nombres: normalització, construcció nacional, dret a decidir, procés… Llevan 42 años viviendo de la construcción nacional los mismos que la diseñaron y fracasaron, fueron encarcelados e indultados, y siguen dando la tabarra con volverlo a hacer. Algunos, como el clérigo Oriol Junqueras, arengando a sus feligreses como si aún le debiéramos algo: "Os exijo que lo volvamos a hacer, y hacerlo para ganar y hacerlo irreversible". La réplica de Jordi Pujol-2 seguirá con el estímulo condicionado para seguir anestesiando. A pesar de haber sido indultado.
Ni uno sólo de los articulistas que dan por enterrado el procés, nos advierten del toco mocho: los nacionalistas siguen detentando el Gobierno de la Generalidad, siguen manejando todos los presupuestos, siguen controlando los medios de comunicación, y dominando el sistema educativo como si fuera una granja; siguen colonizando con subvenciones todas las instituciones culturales, deportivas, colegios profesionales, dominan la casi totalidad de Ayuntamientos y se acogen a sagrado en la Iglesia catalana. Nunca la obra de Dios trabajó tanto para el César.
Ni un solo renglón para advertir que más de la mitad de ciudadanos de Cataluña siguen siendo excluidos lingüísticamente en la escuela y calificados como agentes de un país extranjero sin derecho a ser considerados como iguales. Ñordos, colonos, gentuza… causa del declive de la lengua catalana y mercenarios del gobierno opresor español en Cataluña. ¿Les suena lo de los judíos son la causa de la ruina de Alemania?
Ni uno sólo repara en lo evidente porque, al fin y al cabo, lo que los llevó a oponerse a los golpistas no fue nunca la exclusión de los castellanohablantes o su situación de ciudadanos de segunda, sino la ventolera de la independencia que ponía en peligro la casa común del catalanismo donde pacían seguros cambiando extorsión por unidad, paz por privilegios. En Euskadi lo llamaban impuesto revolucionario los más cafres, y los de las nueces, cupo vasco.
Valga esta anécdota que me relataba ayer en Barcelona durante la Fiesta de la Hispanidad el autor intelectual de Tabarnia, Daniel de la Fuente, a propósito del racismo cultural latente del catalanismo: "Yo no soy independentista, —le había comentado un amigo— pero me parece ofensivo que un equipo de Cataluña se llame Español; para mí que lo hacen por provocar. No entiendo que haya gentuza en Cataluña que sea de ese equipo".
Una cosa es que aún no se hayan dado cuenta de que sus días de gloria independentista han pasado, y otra muy distinta que hayan perdido el poder en Cataluña. Esa es la verdadera fatalidad y la batalla cultural que hay que dar. Su monopolio del poder material es total, aunque su hegemonía moral empiece a desmoronarse. Ni uno sólo, a excepción de Jordi Garcia-Petit, pero sin cuestionar el statu quo catalanista que nos ha traído hasta aquí.
Ya ha roto a trinar el ruiseñor, ese hermoso poeta de plumas sedosas que deja de cantar y muere de pena si se le encierra en una jaula. Ayer lo vimos libre en el día de la Hispanidad anunciando a las puertas del invierno eterno, la primavera.
Palacio, buen amigo,
¿tienen ya ruiseñores las riberas?
Con los primeros lirios
y las primeras rosas de las huertas,
en una tarde azul, sube al Espino,
al alto Espino donde está su tierra…
Antonio Machado.
