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Ada Colau "forever"

Así empezó el catalanismo. Oponiéndose a la higiene, a que corriera el aire, al rigor y la perspectiva.

Así empezó el catalanismo. Oponiéndose a la higiene, a que corriera el aire, al rigor y la perspectiva.
La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. | Europa Press

El proceso de destrucción de Barcelona evoluciona favorablemente. La segunda ciudad de España en número de habitantes, capital de la región de Cataluña, es referencia mundial en fenómenos como el de la "okupación", las peleas a machete, los atracos con violencia o el reciclaje de basura por la vía de dejarla expuesta al clima en la vía pública, entre otras especialidades del hampa.

Sortear las deposiciones perrunas es el menor de los problemas de los afincados en Barcelona. Los imbéciles que circulan en patinete por las aceras tampoco suponen una molestia insuperable. El viandante ya viene llorado de casa desde los tiempos del fomento de las bicicletas. El hedor es insoportable, como en muchas ciudades. Ratas, gaviotas, palomas y cucarachas gigantes merodean a placer, pero la corriente general animalista no es contraria a las plagas. La suciedad general se soporta en la creencia de que no es mayor que en otras localidades, al igual que los impuestos, el precio de los alquileres o los atascos.

La inseguridad y la violencia tampoco son patrimonio de Barcelona. En el último fin de semana, un hombre ha sido asesinado a la salida de una discoteca y dos mujeres fueron asaltadas por un convicto en tercer grado que las atacó con una piedra. Están vivas por la intervención de un ciudadano que se abalanzó sobre el delincuente. Qué no habrá pasado en otros lugares. Prueba de ello es que cada vez que pasa algo en Madrid, una legión de tuiteros al servicio de los comunes de Ada Colau sale en tromba a preguntar si eso también es culpa de su musa y lideresa.

Dadas las circunstancias, quejarse de las obras que ha emprendido Colau a pocos meses de las elecciones puede parecer una frivolidad. Es lo que hacen todos los alcaldes. El objetivo del Ayuntamiento de Barcelona con tales obras es cargarse el Ensanche de la ciudad, un diseño de mediados del siglo XIX firmado por Ildefonso Cerdá, que planificó manzanas con jardines interiores, espacios abiertos y una positiva circulación de los vientos locales. Se anticipó incluso a la irrupción del automovilismo con calles alternas de sentido único y chaflanes que facilitaban las operaciones de carga y descarga y de encochado y desencochado. Un hallazgo del urbanismo que la burguesía local se empeñó en triturar desde el comienzo del proyecto.

Así empezó el catalanismo. Oponiéndose a la higiene, a que corriera el aire, al rigor y la perspectiva. "Madrit" tuvo que imponer el plan Cerdá, la mejor noticia para los habitantes de Barcelona de toda su historia. Como puede apreciar a simple vista cualquiera que visite la ciudad, del plan Cerdá no quedan más que los chaflanes y el sentido único de la mayoría de las calles. No es poco. Las cuadrículas permitían una cierta agilidad del tráfico y del movimiento peatonal, pero eso está a punto de pasar a la historia por el "urbanismo táctico" que practica el Ayuntamiento que dirige Colau.

Todo esto sólo le interesa a los 250.000 habitantes del Ensanche (Eixample en catalán), que forman un distrito y dos barrios de Barcelona, el Ensanche izquierdo y el derecho. Pero demuestra que la alcaldesa de Barcelona es la legítima representante de la burguesía inmobiliaria que decía combatir cuando optaba al cargo. Tampoco es novedad, pero sí un hecho. La chica que se oponía a los desahucios está a punto de culminar el viejo sueño de los grandes propietarios, que es convertir el paraíso perdido de la clase media en el Raval de la ciudad, que experimenta un notable auge de la venopunción en la calle.

Estupendo. Puede que dentro de cien años sólo quede en pie la Sagrada Familia, que nada tiene que ver con Cerdá. Pero el problema es la inseguridad. En segundo lugar, la mierda, pero hasta extremos medievales. Y la pobreza extrema. Miles de personas viven en la calle. No es que a Colau la voten en masa y los ciudadanos de Barcelona tengan lo que se merecen. Pero las encuestas predicen que la distribución de escaños entre las tres fuerzas mayoritarias de la ciudad (por orden de votos ERC, PSC y la versión local de Podemos) dará pie a un tercer mandato de Colau de manera inevitable.

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