Está claro que las disparatadas críticas que todo Podemos está lanzando contra los jueces responden a un interés que podríamos llamar instrumental y a una situación política concreta: ante el evidente y mayúsculo fiasco de una de sus iniciativas estrella, la ya reconocida como infame Ley del sólo sí es sí, tratan de camuflar su evidente incapacidad legislativa desviando la atención hacia una disparatada conjura de jueces machistas –¡no pocos de ellos mujeres!– que estaría pervirtiendo un texto legal supuestamente impecable.
Y está igualmente claro que a Irene Montero y sus amigas del ministerio no les quedaba otro remedio que lanzar esta campaña: la otra opción era asumir el tremendo error que han cometido y, por supuesto, irse a su casa. Y eso no va a ocurrir: las hipotecas no se pagan solas y la crianza de los niños cuesta mucho dinero.
Pero siendo todo lo anterior cierto, tampoco podemos cerrar los ojos ante otra realidad tras estas críticas tan virulentas: lo que en el fondo molesta a Podemos no son los jueces, lo que odian es la esencia misma de la democracia, que pasa por la separación de poderes y, especialmente, por el sometimiento de todos a la Ley, también los gobernantes elegidos a través de procesos electorales.
Podemos no tiene –más allá de la situación coyuntural a la que se enfrenta ahora– un problema con las togas, o no sólo con las togas: su problema es con todos aquellos que osen oponerse a cómo entienden que pueden ejercer el poder: sin ningún límite, despóticamente, a su capricho personal y conveniencia política particular.
Porque al fin y al cabo, siendo la extraordinaria torpeza legislativa de Podemos un problema para España, es mucho más grave su falta de respeto por la democracia, el espíritu totalitario que les anima. Incluso aquellas leyes que tienen efectos tan nocivos como esta pueden reformarse o derogarse limitando en el tiempo su toxicidad, pero que partidos descaradamente antidemocráticos estén en las instituciones e incluso ocupen el poder tiene a medio plazo un efecto mucho más devastador.
Y esto es lo que está ocurriendo en España y no sólo con Unidas Podemos: gracias a Pedro Sánchez –cuyas convicciones democráticas también son extraordinariamente débiles, por decirlo de una forma suave– no hay pensamiento totalitario que no cuente con su representación o sus aliados en el Consejo de Ministros. Por eso nuestro país está en una situación tan complicada y por eso echarles del poder es una necesidad democrática que no nos podemos permitir postergar otra legislatura.

