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Emilio Campmany

Firmeza en Ucrania

Va a ser necesario vencer a Putin hasta que Rusia se conforme con ser una nación más y no el imperio expansionista que siempre ha sido.

Va a ser necesario vencer a Putin hasta que Rusia se conforme con ser una nación más y no el imperio expansionista que siempre ha sido.
Putin. | Europa Press

En la tradición occidental, cuando una potencia intenta el dominio de las otras y éstas se resisten, no suele ser suficiente una derrota. No bastó con la Francia de Luis XIV. Hubo que vencer también a Napoleón. Tampoco se conformó Alemania con ser batida en 1918, tuvo que ser planchada en 1945. Está claro que no ha sido suficiente que la Rusia zarista y luego la Unión Soviética desaparecieran. Va a ser necesario vencer a Putin hasta que Rusia se conforme con ser una nación más y no el imperio expansionista que siempre ha sido desde los tiempos de Pedro el Grande.

Mantenerse firme hasta que con las armas occidentales Ucrania sea capaz de reconquistar y volver a controlar el territorio perdido desde 2014 entraña el obvio peligro de que Putin se sienta tentado de recurrir a las armas nucleares. Pero ese peligro siempre existirá. Plegarse a sus exigencias sólo le animará a chantajear con la amenaza atómica cada vez más. Putin, como todos sus antecesores, nunca se sentirá satisfecho con su seguridad. Todos los gobernantes rusos han querido más. Y lo único que los ha detenido es la fuerza de las armas. Su expansión en Extremo Oriente a costa de China no se detuvo hasta que los japoneses les pararon los pies en 1905. Sus afanes en Persia y Asia Central así como su sueño de conquistar la India, lo que se llamó el Gran Juego, no finalizó hasta que la debilidad mostrada ante los japoneses, la creciente influencia alemana en Oriente Medio y la resistencia de los ingleses, con los que llegaron a un acuerdo en 1907, le pusieron fin. Y su empeño por apropiarse de los Balcanes y conquistar Constantinopla, los estrechos y dar a su armada salida al Mediterráneo sólo se vio frenada en 1917, cuando, destruido el Estado zarista, los bolcheviques firmaron la paz con Alemania en Brest-Litovsk. Y, a pesar de todas estas derrotas, tras la Segunda Guerra Mundial, disponiendo de una nueva arma ideológica, el comunismo, los rusos volvieron a la carga. Y otra vez perdieron. Pero la derrota no fue lo suficientemente severa como para que no volvieran a intentarlo, que es en lo que están ahora.

Evidentemente, el ejército ruso es un tigre de papel, pero las bombas atómicas que tienen son reales y tratarán de intimidarnos con ellas para recuperar el poderío perdido tanto como nuestros miedos se lo permitan. Es cierto que su inmensidad hace que Rusia no pueda ser vencida hasta la rendición incondicional. Como no lo es menos que el soldado ruso, tan incompetente cuando invade el territorio ajeno, es temible defendiendo el propio. Pero, aun renunciando a una victoria total, no se puede permitir que los rusos se queden con una brizna del suelo de los demás porque lo interpretarán como una prueba de debilidad. De modo que no tiene sentido buscar el modo de darle a Putin una salida honrosa que no será más que una tregua, ni estar dispuesto a obligar a Zelenski a cederle a Rusia todo o parte del territorio ucraniano que el ejército ruso ocupa hoy con tal de firmar la paz porque a la larga no la habrá. Si se cede, más temprano que tarde vendrán a por más. Ha sido siempre así. Y lo seguirá siendo hasta que Rusia renuncie a su alma asiática y abrace la europea. Quizá termine haciéndolo, pero no será con Putin.

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