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Cristina Losada

Malversar y la hoja de parra

Las concesiones que hace un político pragmático pueden ser un error. Pero las que hace un político iluminado son un peligro. No tienen límite. 

Las concesiones que hace un político pragmático pueden ser un error. Pero las que hace un político iluminado son un peligro. No tienen límite. 
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene durante la última jornada del XXVI Congreso de la Internacional Socialista.

La sedición hay que quitarla porque es una antigualla de dos siglos. La malversación hay que cambiarla porque es demasiado nueva. Debe suprimirse la sedición porque es lo mismo alzarse contra la ley que montar unos desórdenes públicos. La malversación tiene que modificarse porque no es lo mismo malversar para enriquecerse que para organizar un referéndum ilegal contra España. Es una curiosa asimetría argumental la que abrazan y difunden los portavoces gubernamentales para justificar una cosa y la otra. Pero no se preocupe nadie que ahora viene la simetría. Resulta que tanto derogar la sedición como cambiar la malversación son necesarias y aconsejables homologaciones a Europa. Qué alivio.

De la actuación del Gobierno en todo esto no se puede decir que sea asimétrica o desigual. Ha procedido siempre con el mismo método: primero decide lo que quiere hacer y después busca los argumentos para justificarlo. Naturalmente, lo presenta al revés. Hace ver al público que son los argumentos los que le han convencido de que debe hacer esto o lo otro, y hasta le obligan a hacerlo, cuando ha seguido el camino inverso. Decidió que había que derogar la sedición y abaratar la malversación, y después, sólo después, pasó a componer el argumentario, la hojita de parra que tapa las vergüenzas. El Gobierno no tiene la valentía de mostrar su decisión crudamente desnuda y necesita el taparrabos.

Por el eco que todavía resuena de aquello de luchar contra la corrupción, y por si acaso se recuerda que la corrupción sirvió de pretexto para legitimar la moción de censura que descabalgó a Rajoy, el podemismo quiere que Sánchez y el PSOE carguen solitos con la vergüenza de la malversación. No es un mal intento, pero la rama catalana del asunto, con el separatista Asens a la cabeza, va a asegurarse de que la vergüenza quede repartida entre los dos. Los que fueron látigos de la casta y sus corruptelas no harán más que disimular su apoyo a la rebaja de la malversación. El independentismo catalán es el opio de Podemos.

¿Y todo esto para qué? ¿Tanto poder tiene Esquerra sobre Sánchez y su Gobierno? No. No es Esquerra la que tiene ese inmenso poder de poner patas arriba el Código Penal y reescribirlo en su beneficio. Los socialistas tienen a Esquerra tan dependiente de ellos como a la inversa. No aguantarían un minuto en el Gobierno catalán sin el apoyo del PSC. De ahí la enormidad de las concesiones y lo absurdo de ellas. No son concesiones a Esquerra, sino a "Cataluña", a la Cataluña nacionalista y separatista. Le han dicho a Sánchez que él va a arreglar el "conflicto", a "desinflamar", a "pacificar", a conseguir que se besen o que le besen y le voten masivamente, y se lo ha creído.

Hay, en política, concesiones obligadas, que se extraen con dificultad y se dan a disgusto. Son la mayoría. Pero hay una minoría: las que se entregan con el corazón en la mano, creyendo que va a surgir un mundo mejor al día siguiente. Las concesiones que hace un político pragmático pueden ser un error. Pero las que hace un político iluminado son un peligro. No tienen límite.

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