
El título de hoy tiene algo de extraño. No obstante, tampoco lo es en demasía, cuando hablamos de un ministro de la Presidencia, Licenciado en Derecho, de un Gobierno con predominio de ignorantes profundos.
Y, por qué le otorgo el apelativo de Sumo Sacerdote, título que nos lleva al mundo precristiano, cuando sólo sé de él por lo que dice y por la autoridad con que lo dice, hasta ser identificado por alguno de los medios, como muñidor de la Moncloa para la ofensiva legal, que protagoniza el Gobierno al que pertenece.
Por lo visto, lleva tiempo maniobrando en lo que él y sus secuaces llaman acomodar el Código Penal a la realidad social. Una acomodación que presupone, en primer lugar, que la mayor parte de la sociedad somos delincuentes, de lo que el acomodador deduce que, conviene despenalizar los delitos de una sociedad, mayoritariamente delincuente, al menos, para no multiplicar las penitenciarías.
Tratándose de un Letrado, me pregunto: quién le enseñó Derecho Penal, y cómo entiende el Derecho, para que asuma la conocida función de muñir. Sin ser especialista, sí que recuerdo los informes anuales de la Fiscalía sobre la delincuencia, para impulsar justo lo contrario a lo que el gobierno/Bolaños pretenden: es decir, penalizar más los tipos delictivos cuando aumenta la delincuencia, desincentivando la degradación social.
Y, pensando que se siente todopoderoso, con el Gobierno Sánchez conviene reflexionar por ese poder que consideran que tienen. La historia, la más remota –ni Franco había nacido– es muy elocuente, de la mano de autores que el ministro Bolaños debería conocer. Trataré con parquedad las referencias, que hablan por sí solas.
La primera es de Sófocles (491-406 a.C.) en Antígona: Antígona, que había enterrado a su hermano Polinicies contra lo decretado por Creonte, rey de Tebas [un Pedro Sánchez cualquiera], y ante su pregunta de "¿te atreviste a transgredir estas leyes?", exclama: "No fue Zeus el que decretó esto, ni la Justicia, que cohabita con las divinidades de allá abajo. Y no pensaba yo que tus proclamas tuvieran una fuerza tal que siendo mortal se pudiera pasar por encima de las leyes no escritas y firmes de los dioses...".
La otra es de Cicerón (106-43 a.C.) en De Republica: "La verdadera ley es una recta razón, congruente con la naturaleza, general para todos, constante, perdurable, que impulsa con sus preceptos a cumplir el deber y aparta del mal con sus prohibiciones... Tal ley, no es lícito suprimirla, ni derogarla parcialmente, ni abrogarla por entero, ni podemos quedar exentos de ella por voluntad del senado o del pueblo…".
También, en De Legibus, dice: "…si los derechos se fundaran en la voluntad de los pueblos, las decisiones de los príncipes y las sentencias de los jueces, sería jurídico el robo, jurídica la falsificación, jurídica la suplantación de testamentos, siempre que tuvieran a su favor los votos a los plácemes de una masa popular…".
Advertencias rotundas, sobre leyes promulgadas por dictadores o tiranos, aunque tengan apariencia democrática; no todo puede votarse.
