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Se sublevan los enanos

A ver si cunde el ejemplo y empezamos a ver más socialistas con cargo, pues sin él no tiene mérito, levantarse contra la dictadura sanchista.

A ver si cunde el ejemplo y empezamos a ver más socialistas con cargo, pues sin él no tiene mérito, levantarse contra la dictadura sanchista.
La exvicepresidenta Carmen Calvo.

Echando virutas, el Senado ha aprobado que la sedición sea legal en España y que la malversación sea un delito menor si el que malversa no roba para sí. Ya hay un primer beneficiado de la medida, el alcalde socialista de un pueblo de Madrid que fletó un autobús con dinero del Ayuntamiento para ir a la manifestación contra Ayuso. El desmán ha quedado oculto tras la sarta de improperios y sandeces que los socialistas han vertido sobre el Tribunal Constitucional.

Ahora, en todo lo ocurrido hay un par de cosas que tienen mucha guasa. La primera es que, mientras los socialistas votan disciplinadamente en el Congreso y en el Senado que los golpistas catalanes puedan dar un nuevo golpe impunemente y que los que lo dieron puedan salir del trance con penas levísimas por las malversaciones cometidas, una socialista valiente se rebeló. Se trata de una lúcida mente preclara, de las pocas que quedan en la izquierda, una mujer de sabiduría infinita, ducha en latines y experta jurista que se ha alzado contra la disciplina de voto. Y no es una cualquiera, que ha sido varias veces ministra y vicepresidenta del Gobierno. Pues bien, Carmen Calvo se ha insubordinado contra la dictadura sanchista y, aunque no se ha atrevido a votar en contra, si ha reunido el valor suficiente para abstenerse en la votación de la ley Trans. A ver si cunde el ejemplo y empezamos a ver más socialistas con cargo, pues sin él no tiene mérito, levantarse contra la dictadura sanchista como ha hecho con un par doña Carmen.

La otra tiene que ver con las reformas de las leyes orgánicas del Poder Judicial y del Tribunal Constitucional. Los socialistas fardan de lo sagaz que ha sido Sánchez ocultando la vergüenza de la reforma del Código Penal con el oprobio de que el tribunal de garantías le tirara abajo por abiertamente inconstitucional el modo de tramitar aquellas reformas. Es dudoso que la estrategia de ocultar un escándalo con otro mayor sea eficaz a la larga. Pero el caso es que ahora resulta, y ahí es donde está la guasa, que obligado a tramitar como Dios manda, esto es, por medio de sendos proyectos de ley, todos sus socios quieren meter la cuchara. No hay comunista, separatista, golpista o filoetarra que no ansíe añadir su disparatado granito de arena a las reformas y dejar así esas leyes hechas a imagen y semejanza de su creador, la alianza Frankenstein. Y encima los hay que, como Yolanda Díaz, quieren esperar a ver los fundamentos del Tribunal Constitucional para obrar con conocimiento de causa. Como si fuera a entender algo de lo que diga el tribunal. Pero, lo entienda o no, la cosa es que las huestes del sanchismo están mostrando un incipiente y saludable gusto por la insurrección. Es verdad que no en la dirección ideal, pero mejor es eso que nada.

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