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In die obitus, Benedictus PP. XVI

Rigor, sabiduría, humanismo, profundo conocimiento de la doctrina, gran teólogo y gran filósofo.

Rigor, sabiduría, humanismo, profundo conocimiento de la doctrina, gran teólogo y gran filósofo.
Benedicto XVI en el Vaticano en 2013 | Cordon Press

Marktl am Inn (Baviera) 16.04.1927 – † Ciudad del Vaticano 31.12.2022

Hilvanar unas líneas en homenaje y plegaria, desde el recuerdo emocionado del que fue – hasta el pasado suena con enorme crudeza – Vicario de Cristo en la tierra, Sumo Pontífice de la Iglesia Católica, Benedicto XVI, resulta poco menos que pretensioso, cuando se pretende por una persona, en el mundo actual – un mundo de contradicciones –, que simplemente tuvo el privilegio de conocerle por sus obras, y de admirarse, sin mérito alguno, en ocasiones varias y por razones diversas.

Son momentos de oración, desde la conmoción de una noticia que, no por esperada, resulta más liviana. Nos ha dejado, reclamado por el Padre, con el mismo estilo que presidió toda su vida: sencillez, humildad y silencio. Aquella imagen, de un hombre grande y santo, bien podíamos verle, sin prerrogativas, junto a la columna izquierda del crucero en la Basílica de San Pedro, ocupando un lugar en la primera fila de los Cardenales asistentes, en cualquier celebración solemne, sin ceder un ápice a las exigencias más rigurosas del momento litúrgico, al igual que en ocasiones, paseando por lo más alto de la colina vaticana en días soleados, simplemente acompañado por su fiel Secretario.

En sus ocho años de pontificado, tuve ocasión de saludarle y hablarle en algo más de diez ocasiones. Siempre su parquedad verbal, penetraba en el corazón de quien las recibía, para permanecer por días sin término. Recuerdo que una vez, aproximadamente un mes antes del Encuentro Mundial de las Familias, que se iba a celebrar en Valencia en julio de 2006, en el marco de la Sala Clementina – un marco de belleza incomparable – le dije con mi habitual osadía: Santo Padre, en Valencia y en toda España, le estamos esperando con los brazos abiertos y con la ilusión que gobierna nuestras voluntades. A lo que respondió, con su sencillez habitual: Pues eso está muy bien y al Papa le gusta. No se podía decir más, con menos palabras.

Era habitual, ya con San Juan Pablo II, que las Academias Pontificias, con ocasión de sus Asambleas Plenarias, le visitaran en el Palacio Apostólico, solicitando doctrina específica sobre el tema que se sometía a estudio y discusión. Solo la ternura y la humildad del Papa Ratzinger (Benedicto XVI), en la primera ocasión de su Pontificado, manifestó que desearía visitar a las Academias en su lugar de trabajo (Casina Pio IV) en lugar de en el Palacio Apostólico, que ya habría ocasión para ello. Fue una sesión festiva, que ningún Académico, ni de los de las Ciencias, ni de los de las Ciencias Sociales, olvidará jamás. La presentación de los temas, las discusiones y las aportaciones del Papa, quedaron para siempre presentes en nuestras mentes.

Rigor, sabiduría, humanismo, profundo conocimiento de la doctrina, gran teólogo y gran filósofo, hablaba con sencillez y clarividencia de los temas más escabrosos. Cuando fue elegido Papa, ya era bien conocido, no sólo en la Curia Vaticana sino en el mundo católico y no católico, como Prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe. Su trabajo dirigido a la apertura de la Iglesia Católica a las demás iglesias monoteístas, y muy en espacial a las Iglesias Cristianas, se apreció y recibió con gran entusiasmo desde el primer momento.

Sus tres Cartas Encíclicas, la "Deus caritas est", de diciembre de 2005, la "Spe salvi", de noviembre de 2007, y la "Caritas in veritate" de junio de 2009, son tres monumentos de la doctrina pontificia, que han sido origen de múltiples libros y comentarios por todo el mundo. La última, ha permitido a los que trabajamos en cuestiones del orden temporal – la economía y los recursos económicos y su empleo – descubrir cómo el orden temporal no tiene razones para ser opuesto al orden sobrenatural, si en los hombres habita el amor y la fraternidad.

Junto a las Encíclicas, las cuatro Exhortaciones Apostólicas, tienen rango y doctrina, para situarse como luz predominante en las materias que abordan. Las dos primeras son puramente doctrinales: la "Sacramentum Caritatis" de febrero de 2007, nos habla sobre la Eucaristía como plenitud de la vida cristiana y de la propia misión de la Iglesia; la "Verbum Domini" de septiembre de 2010, nos abre los ojos a la Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia.

Las otras dos, ponen su acento en los problemas en que viven determinadas regiones o continentes. Así la primera de estas dos, o sea la tercera en su orden total, la "Africae munus" de noviembre de 2011, nos muestra a la Iglesia en África, al servicio de la reconciliación, la justicia y la paz; finalmente, la cuarta, "Ecclesia in Medio Oriente" de septiembre 2012, aborda el gran problema de la Iglesia en esa región, que se concreta en la comunión y el testimonio.

Son innumerables las Cartas Apostólicas, las Constituciones Apostólicas, los Motu Proprio… sobre los más diversos temas, así como los Mensajes para Jornadas Mundiales. Son de, destacar por nuestra cercanía los ocho Mensajes a las Jornadas Mundiales para las Comunicaciones Sociales y otras tantas dirigidas a las Jornadas Mundiales de la Juventud, que, en este caso, y es memorable su huella, se celebró en agosto de 2011 en Madrid, bajo un lema, que aparece en la Epístola de San Pablo a los Colosenses [Col. 2, 7] "Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe".

También debemos a Benedicto XVI, la Bula de elevación a Basílica Menor, del templo de la Sagrada Familia de Barcelona, en noviembre de 2010. Y no podemos dejar de mencionar, su gran obra sobre Jesucristo, en tres volúmenes, sobre textos evangélicos y de otros libros del Nuevo Testamento, aparecidos entre 2007 y 2012, es obra de referencia obligada, también para los cristólogos, pero sin excluir al pueblo de Dios que quiere conocer mejor la figura del Salvador.

La limitación del espacio, a la que hay que añadir la limitación de la mente de quien escribe, están urgiendo a la terminación de estas líneas, que sólo pretendían dar testimonio, desde la opinión más libre personal, de quien ha pastoreado la Iglesia Católica durante casi ocho años, además de mostrar evidencia de servicio a la misma desde su juventud como seminarista, como Sacerdote, como Obispo y como Sumo Pontífice, sin desdeñar su actividad como profesor universitario, que permanece en aquellos claustros como referente de la verdad y el rigor académico. Así seguirá en nuestros recuerdos, mientras el aliento nos acompañe.

Requiescat in pace (R. I. P.)

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