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Pedro Gil Ruiz

Ha muerto un zar

Redondo y su ejecutiva dejaron un sindicato arruinado, desmoralizado y le dieron a CCOO si no hegemonía, sí la primacía y la autoridad moral.

Redondo y su ejecutiva dejaron un sindicato arruinado, desmoralizado y le dieron a CCOO si no hegemonía, sí la primacía y la autoridad moral.
Féretro de Nicolás Redondo Urbieta en la capilla ardiente instalada en la sede de UGT. | EFE

Ha muerto Nicolás Redondo Urbieta. Descanse en paz. Permitan ustedes, lectores de Libertad Digital, que entre tanto panegírico recordemos algunos sucesos de la vida del finado. Es conveniente hacerlo porque son parte de un legado, con luces y más sombras. Y también porque conforman nuestra reciente historia y no deberían olvidarse.

La Unión General de Trabajadores, el sindicato que desde 1976 a 1994 dirigió Nicolás Redondo, realizó una contribución decisiva a la Transición Política de España. No lo hizo en solitario; necesitó el apoyo de la CEOE de Carlos Ferrer Salat y de la DGB, la poderosa Confederación Sindical de la República Federal Alemana, que canalizó su ayuda por medio de la Fundación Friedrich Ebert y su representante en España, Dieter Koniecki. Con estos apoyos y animada por un fuerte sentimiento anticomunista, la UGT, una organización inexistente en los años de lucha contra la Dictadura, evitó que el sindicato comunista de Comisiones Obreras (CCOO) controlase el movimiento obrero español. Esta fue su principal aportación. Renegó de ella el 14 de diciembre de 1988.

En esta historia hay una persona clave: Manuel Simón Velasco -secretario de Relaciones Internacionales de UGT de 1976 a 1986. En 1974 Simón se traslada a Lisboa como delegado de la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (CIOSL) y participa en la creación de la UGT de Portugal. Allí observó las fatales consecuencias de la intervención del Departamento de Estado Americano en el movimiento sindical portugués. Una política errónea que supuso el dominio absoluto de la Intersindical (CGTP-IN), controlada por el Partido Comunista Portugués.

Iniciada la Transición en España, el Departamento de Estado propone a la UGT una estrategia similar, acompañada de la financiación necesaria. Manuel Simón urge a Nicolás y a la dirección del sindicato a que intensifiquen las relaciones con la DGB alemana. Esta decisión y la visión de Ferrer Salat, hicieron posible que el sindicato socialista disputase la hegemonía a CCOO. La dirección ugetista supo hacer frente a los cantos de sirena de los comunistas y sus compañeros de viaje. Con su política de libertad sindical se zafó de la trampa de la unidad sindical -hubo un primer intento en septiembre de 1976 con la creación de la Coordinadora de Organizaciones Sindicales. Con la excusa de la unidad sindical CCOO buscaba anular al incipiente sindicalismo socialista. La victoria de la UGT en las elecciones sindicales de 1982 y 1986 provocaría una profunda crisis en CCOO.

Los intentos de anular al sindicato socialista venían de lejos. El 1 de octubre de 1937, en una precipitada reunión en las escaleras de la sede de la UGT en la calle de Piamonte de Madrid, el Partido Comunista de España se hacía con el control efectivo de la Comisión Ejecutiva Nacional de UGT. Cinco destacados militantes comunistas ocuparon los puestos clave. 40 años después Nicolás y su ejecutiva hacían frente con éxito a los intentos liberticidas del PCE y su sindicato. Lograron asentar un modelo de relaciones laborales democrático en un país que empezaba a convivir en paz.

En 1990 se publicó un libro escrito por los periodistas Roberto Santos y José Antonio Sánchez; su título: La conjura del zar. Su protagonista es Nicolás Redondo. Narra los sucesos previos a la convocatoria de la Huelga General del 14 de diciembre de 1988. Aquí comienza el declive y la ruina de UGT. Aquí Comisiones Obreras consigue imponer su objetivo estratégico: la unidad de acción sindical ¿Qué significa en la práctica? Que ninguna decisión de calado puede ser acordada unilateralmente por un sindicato.

¿Qué pasó en 1988? Que Nicolás Redondo se convirtió en Zar. El 25 de marzo de ese año unos 50 hombres, llegados en su mayoría de Asturias y Galicia, liberados sindicales transmutados en facinerosos - ¿o es al revés? - reventaban a palos el Congreso del sindicato del metal de UGT de Barcelona. Estaban allí por orden de la Ejecutiva de Redondo. Se habían hospedado en el hotel El Rancho de Cadaqués y sus comilonas y lingotazos se pagaban con fondos del sindicato. La historia es sencilla. Nicolás Redondo necesitaba laminar cualquier oposición interna a sus planes, que no eran otros que convocar una huelga general a Felipe González. Por las buenas o por las malas. Los metalúrgicos se resistían y tiró del manual de todo buen autócrata. Provocó los altercados y con esta excusa acusó a los legítimos representantes de falta de autoridad. Una doble humillación: os reviento el congreso por la fuerza y además me cisco en vosotros, os sanciono y os disuelvo. En los meses previos a la convocatoria de la huelga general, toda disidencia que se manifestó públicamente fue sancionada. No menos de 300 dirigentes fueron expulsados de UGT. La libertad de expresión se evaporó al tiempo que el incienso y las lisonjas al zar impregnaban la actividad del sindicato.

A los dos meses de reventar el congreso metalúrgico, el 1 de junio de 1988, UGT constituye lo que sería el embrión de su conglomerado empresarial, la PSV (Promoción Social de Viviendas, P.S.V. Soc. Coop.) y el inicio de su ruina, de la que saldría gracias al apoyo del Gobierno de Zapatero. El Consejo de Ministros del 24 de noviembre de 2006 aprobaba el pago a UGT de 149,42 millones de euros en concepto de compensación por el patrimonio histórico incautado a la central sindical tras las Guerra Civil. Una cantidad con la que saldar la deuda de 150 millones de euros (25 mil millones de pesetas) que UGT tenía pendiente con el Instituto de Crédito Oficial (ICO) desde 1993, cuando se le concedió un préstamo para solventar el escándalo de la PSV. Así terminó la aventura empresarial de una organización sin contrapesos, sin controles efectivos, donde la voluntad del secretario general no se discutía. Este es también el legado de Nicolas Redondo. Creó escuela.

Cuentan los autores de La conjura del zar, que la decisión de convocar la huelga general se tomó en El Parrillón: "Aquel jueves, 10 de noviembre de 1988, los secretarios generales de los dos principales sindicatos [Nicolás Redondo y Antonio Gutiérrez] decidían al mediodía en El Parrillón, un restaurante ubicado en la castiza plaza de Chamberí, poner en marcha la mayor movilización obrera desde la Guerra Civil, dirigida precisamente contra un Gobierno socialista". El secretario general de UGT hacía suya la estrategia del sindicato comunista de unidad de acción y confrontación contra el Gobierno. Lo hacia por necesidad. Él no podía abordar ese reto en solitario.

Antonio Gutiérrez, el líder de CCOO, se frotaba las manos: tenía a la UGT donde quería. Posteriormente, cuando el escándalo de PSV abrasaba a Redondo, el líder comunista forzó otra huelga general, para el 27 de enero de 1994. El líder obrero socialista era abucheado en los mítines. Los comunistas no olvidan. Le hicieron a Nicolás lo mismo que a Largo Caballero en 1937: contribuir a defenestrarlo.

Quedaba la puntilla. Nicolás Redondo renunciaba a presentarse como secretario general de UGT: era la condición sugerida por el Gobierno para intervenir en la crisis de la cooperativa. El 36º Congreso Confederal del sindicato se celebró del 7 al 10 de abril de 1994 con cientos de afectados de PSV manifestándose en el exterior y apagones en el interior durante las intervenciones de los invitados. Nicolas Redondo y su ejecutiva dejaron un sindicato arruinado, desmoralizado y le dieron a CCOO si no hegemonía, sí la primacía y la autoridad moral. Hoy su secretario general es un independentista catalán (asturiano) reconvertido y se denominan Unión General de Trabajadoras y Trabajadores… todavía no se han atrevido a quitar "de España". Todo se andará.

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