
El asalto a las sedes de los tres poderes en Brasil, un copycat del asalto al Capitolio por los de Trump, ha tenido la virtualidad de mostrar que las instituciones de la democracia pueden ser atacadas en nombre de la democracia, sea alegando fraude electoral como los bolsonaristas ahora y los trumpistas antes, sea bajo cualquier otro de los pretextos agrupables en la categoría "no nos representan". Hay que decir que aquí, en esta tierra hoy escandalizada por lo de Brasil, hubo una época en la que el sonsonete "no nos representan" encontró gran aceptación y aplauso, y hubo un "rodea al Congreso" que no llegó a la incursión gracias a las fuertes medidas protectoras que se tomaron, barreras que algunos censuraron porque eran, decían, el símbolo vivo de una nociva distancia entre los políticos y la calle.
La calle y las masas, he ahí las figuras. Sucesos como el de Brasilia y el del Capitolio tienen la peculiaridad de que las masas que los protagonizan no están bajo la dirección de partidos de izquierda, como ocurría no hace tanto tiempo, cuando se daba por sentado que las masas eran patrimonio suyo y actuaban siempre en su nombre y para ellas. La mitología de las masas está entre las más arraigadas en la izquierda y en su vertiente revolucionaria, las masas son el camino al poder, por la vía de la insurrección. Desde la Comuna de París, cuando asaltan los cielos, hasta Octubre de 1917, cuando asaltan el palacio de Invierno, las masas son figuras estelares de los hitos que la izquierda conserva como oro en paño y desempolva en los aniversarios. La contrariedad que le ha aparecido ahora con esto del populismo difuso es que surgen masas que no encajan: masas que hacen lo que hacen todas las masas, pero que en lugar de seguir a los revolucionarios siguen a los reaccionarios, por decirlo en su lenguaje.
El modo en que la izquierda salva su mito de las masas en esta apretada situación es lo que acaba de hacer el portavoz de Podemos llamando a los bolsonaristas "turba de fanáticos". ¡Un dirigente de Podemos hablando de turbas y de fanáticos! Desde la izquierda, las masas que no encajan en el papel histórico que tienen destinado, que es el de servir de figurantes en su obra, no son masas: son turba, son chusma y son populacho. Y caer en uno u otro lado no depende del comportamiento de las masas. No depende de si rompen ventanas, puertas y muebles, vacían las bodegas (pasó en el palacio de Invierno) o asaltan el legislativo y echan a los diputados (pasó en la Comuna). Las masas indignadas suelen tener conductas parecidas cuando entran en los sanctasanctórum. Pero no depende de nada de eso, sino de quién las dirige, a quién siguen y a quién sirven. Los que no valoran la democracia liberal tienen siempre una relación ambivalente con las masas indignadas y van a aprobar o censurar sus actos no en función del qué, sino sólo del quién.
