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El sectarismo de Colau ridiculiza a Barcelona

La alcaldesa de la Ciudad Condal ha decidido romper relaciones con Israel en un gesto bochornoso.

La alcaldesa de la Ciudad Condal ha decidido romper relaciones con Israel en un gesto bochornoso, más propio de la rabieta de un adolescente fanatizado que de un responsable público local consciente de sus verdaderas responsabilidades.

Bajo el mandato de Colau, Barcelona se ha degradado hasta extremos impensables hace una década. La creciente inseguridad ciudadana, la existencia de focos de delincuencia organizada que operan con impunidad o la implantación de medidas coercitivas que impiden desarrollar su negocio a las empresas industriosas a cambio de crear un ecosistema amable hacia grupos fanatizados como el movimiento okupa son solo algunos de los problemas que soporta la población barcelonesa desde que esta comunista desoficiada llegó a la alcaldía.

Pero tal vez para distraer la atención pública de las gravísimas responsabilidades derivadas de su nefasta gestión, Colau ha arremetido contra Israel, el enemigo exterior preferido de los ultraizquierdistas europeos, al que acusan de todo tipo de males mientras exaltan las virtudes cívicas de los movimientos terroristas palestinos.

Atribuyéndose una relevancia de la que sin duda carece, Colau ha decidido no solo romper unilateralmente las relaciones de Barcelona con Israel, un gesto ridículo puesto que las relaciones internacionales se producen únicamente entre estados soberanos, sino suspender también el hermanamiento con Tel Aviv, capital del Estado judío, del que se cumple este año un cuarto de siglo. El origen de esta payasada no hay que buscarlo en un inexistente sentimiento compartido por la mayoría de los barceloneses, sino en la campaña orquestada por organizaciones minúsculas vinculadas a la ultraizquierda que, en un extraordinario esfuerzo común, han conseguido reunir 4.000 firmas a lo largo de los años.

Pero como en Ada Colau ningún bochorno se antoja suficiente, la alcaldesa se ha atrevido también a enviar una carta al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, con las típicas acusaciones infundadas de estar practicando una política de apartheid. Haciendo gala de una paciencia encomiable, Israel ha respondido a la catilinaria de esta judeófoba iletrada lamentando una decisión "que está totalmente en contra de la opinión los ciudadanos de Barcelona y sus representantes municipales" y que supone "reforzar a los grupos extremistas, terroristas y antisemitas en contra de los intereses de los ciudadanos de Barcelona".

Colau ha deteriorado la ciudad de Barcelona de una manera que se antoja ya irrecuperable. Ahora, también, trata de convertirla en una ciudad apestada en el ámbito internacional, exhibiendo sin vergüenza la obsesión antijudía de una política incompetente que jamás debió llegar a las instituciones.

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