Menú

Del socialismo científico al socialismo del absurdo

Hablar de "derechos de los animales" no es más que una fórmula política que nada tiene que ver con la realidad.

Hablar de "derechos de los animales" no es más que una fórmula política que nada tiene que ver con la realidad.
perros, cachorros, mascota | Pixabay/CC/Free-Photos

Cicerón, uno de los jurisconsultos más respetados por la humanidad, consideraba que los animales no pueden tener derechos por no estar dotados de razón. Por eso tampoco pueden exigírseles deberes. La ley es patrimonio de los seres humanos y sus sociedades y es la ley, sea la que sea, la que define derechos y deberes.

"Este animal próvido, sagaz, múltiple, agudo, dotado de memoria, lleno de razón y de consejo, que llamamos hombre, ha sido engendrado por el Dios supremo en una preclara condición. Porque, de tantos géneros y naturalezas de animales, es él solo partícipe de la razón y del pensamiento, cuando los demás están todos privados. Y ¿qué hay, no diré en el hombre, pero en todo el cielo y la tierra, más divino que la razón?", escribió el romano.

Eso mismo pensaban Marx y Engels cuando decidieron lanzar su famoso panfleto Del socialismo utópico al socialismo científico(firmado por Engels): "El hombre sale definitivamente del reino animal y se sobrepone a las condiciones animales de existencia, para someterse a condiciones de vida verdaderamente humanas". El mismo Engels, en su Dialéctica de la Naturaleza, dice, por ejemplo: "También los animales tienen su historia, la historia de su origen, descendencia y gradual desarrollo, hasta llegar a su estado actual. Pero esta historia no la hacen ellos, sino que se hace para ellos y, en la medida en que de ella participan, lo hacen sin saberlo y sin quererlo." O sea, saber y querer son exclusivos de la condición humana.

Ni siquiera uno de los pioneros de la defensa de los animales, Jeremy Bentham, se atrevió a discutir esta tesis. Pero introdujo la cuestión del sufrimiento, por encima de la razón, el lenguaje y la ley. "La cuestión no es si (los animales) pueden razonar, o si pueden hablar, sino: ¿Pueden sufrir?". Su continuador, ya en términos de derecho, el socialista fabiano y vegetariano Henry Salt y ya a finales del siglo XX el impulsor del animalismo como ideología Peter Singer (Liberación animal, 1975), elevaron el animalismo a doctrina y causa política. Pero si se habla de derechos de los animales, no es porque los animales los puedan tener o no, sino porque "el lenguaje de los derechos es una útil forma política"(página 12).

El que los seres humanos debamos, porque tenemos la capacidad de sentir responsabilidad, tener un comportamiento que respete a los animales, a las plantas, a la Tierra y al universo entero, no elimina el hecho de que somos los humanos los que decidimos qué ser sufre porque no hay posibilidad cierta de comunicación entre un hombre y un animal. Mucho menos entre un hombre y una berenjena. A un animal, el que sea, que vive de comer plantas y/o animales es imposible explicarle que deben tener consideración con sus presas o sus alimentos. La consideración debida a todo ser vivo es siempre decidida por los hombres desde los que se trasplanta la idea del Derecho a otros seres.

Dicho esto, cabe subrayar que hablar de "derechos de los animales" no es más que una fórmula política que nada tiene que ver con la realidad. En España acaba de aprobarse la que se conoce como Ley de Bienestar Animal pero que, en realidad, se titula Ley de protección, derechos y bienestar de los animales. En ella, se define a los animales, particularmente los domésticos o domesticados, como "seres dotados de sensibilidad cuyos derechos deben protegerse, tal y como recogen el artículo 13 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea y el Código Civil español".

Pero ni en el uno ni en el otro se habla de derechos de los animales, que sólo es un eslogan político bien útil a Unidas Podemos y al PSOE para restar votos al original, que es el Partido Animalista, al que sustraen años de esfuerzo para devorar su granja de votos. El artículo 13 del Tratado citado de la UE (2010) no menciona la expresión derechos de los animales. Al contrario, sienta: "El propietario, poseedor o titular de cualquier otro derecho sobre un animal debe ejercer sus derechos sobre él y sus deberes de cuidado respetando su cualidad de ser sintiente", que no es lo mismo. En el Código Civil español, sólo se habla del bienestar de los animales, no de sus derechos, y se aplica la legislación europea antedicha.

Por estos caminos del fraude conceptual por motivos políticos se puede llegar muy lejos, especialmente al absurdo. En vez de tener sumo cuidado cuando se trata de cambiar costumbres y moral porque, como recordó Ortega, los ciudadanos tenemos derecho a la continuidad razonable, estamos avanzando por el camino insensato de admitir todo aquello que produzca rédito electoral, tenga las consecuencias que tenga. Ya se ha visto el resultado de la ley del sólo sí es sí. Pronto se verá el de la Ley Trans.

El absurdo hace sufrir. En la Declaración Universal de los Derechos de los Animales, no asumida por la Unesco, se llega a decir que deben prohibirse expresamente las películas que exhiban maltrato animal y se atribuyen al animal derechos que no tienen los fetos humanos ni los ancianos. En su artículo 11 se dice que "todo acto que implique la muerte de un animal sin necesidad es un biocidio, es decir, un crimen contra la vida." El aborto, ¿no es acaso una mutilación mortal? ¿Y la eutanasia? ¿O es que los humanos no somos animales?

¿Por qué hay que hablar de los derechos de los seres dotados de sensibilidad limitándonos a los animales y no hablar del guillotinamiento de las lechugas, de la agonía de las patatas y la extirpación de las uvas? Para el tormento del plomo o del sistema solar, ya queda menos. El abandono, por demagogia política, de la racionalidad puede conducir al absurdo antihumanista y totalitario de un socialismo degenerado.

Temas

En España

    0
    comentarios

    Servicios

    • Radarbot
    • Curso
    • Inversión
    • Securitas
    • Buena Vida
    • Reloj Durcal