Menú

Los "whatsapos" del PP

En la política partidaria que conocemos la adulación al líder es condición sine qua non para seguir gozando de su confianza y mantenerse en el puesto

En la política partidaria que conocemos la adulación al líder es condición sine qua non para seguir gozando de su confianza y mantenerse en el puesto
Alberto Núñez Feijoo junto al portavoz del PP en el Senado, Javier Maroto. | EFE

En el club de la comedia en que tantas veces se transforma el parlamento, el presidente del Gobierno recomendó con guasa a Feijóo que mirara a ver si sentía algo en la espalda. Leyó, para más regodeo, uno de los mensajes de elogio que le hicieron a Pablo Casado hace un año miembros de la dirección del PP que siguen estando ahí. Eligió, claro, el de Maroto, que estaba al lado de Feijóo, y que como el resto de mensajes, había encontrado, doce meses después, el camino que conduce a las páginas de la prensa. "Pablo, siempre ganas cuando, además de con la razón, hablas con el corazón", decía para empezar. El estilo de estas felicitaciones al jefe siempre resulta más sonrojante cuando las circunstancias en que se escribieron cambian de arriba abajo, como sucede aquí. De hecho, aquellas fueron las últimas alabanzas que recibió el finado.

El de Sánchez fue un gag injusto, y el dirigente socialista lo sabe. Los miembros de la dirección del PP hicieron entonces algo que se hace en todos los partidos y en toda organización jerarquizada que tolere poco o nada la independencia de criterio. Hemos podido leer los ditirambos de los casadistas del PP que poco después serían feijoistas fervientes, pero habría que ver los halagos que le hacían a Sánchez los fieles que luego se pasaron al bando que le echó en el otoño de 2016. En todas partes cuecen habas y a cualquier líder de partido le pueden apuñalar por la espalda los mismos que le hacían ojitos. Salvo que hagas lo de Stalin, y te los cargues a todos, no metafóricamente, sino muy realmente, el riesgo siempre existirá. Forma parte del oficio.

La puñalada trapera no es peor que la adulación al líder como forma de vida o seguro en el trabajo. Ahí el significante decisivo es el líder, no importa quien desempeñe el papel. El líder puede cambiar, y puede cambiar de la noche a la mañana, mientras que la adulación ha de permanecer. La lealtad y, con ella, su signo externo jabonoso, se trasladan por eso rápidamente del recién caído al recién aupado. En la política partidaria que conocemos la adulación al líder es condición sine qua non para seguir gozando de su confianza y mantenerse en el alto puesto en el que se está. No vale siquiera un decoroso silencio: hay que pringarse.

Que el monocultivo del halago degrada no sólo humanamente, sino también políticamente es cosa sabida. Una organización donde nadie se atreve a contradecir al líder por temor a las consecuencias es una organización que más tarde o más temprano padecerá los efectos de que su dirección haya vivido en la nube de incienso. Pero no hay manera. Y la falsa democratización con las primarias no ha hecho más que acrecentar el poder omnímodo del number one. Para los que rodean al líder y dependen de él, los elogios desmesurados son los sapos, hoy whatsapos, que hay que tragar. Cuestión de supervivencia.

Temas

En España

    0
    comentarios

    Servicios

    • Radarbot
    • Libro
    • Curso
    • Alta Rentabilidad