
El Gobierno social-comunista de Pedro Sánchez, alineado con el Cártel de Puebla o la Komintern de Sao Paulo en política iberoamericana, ha negado al Gobierno democrático de Perú la venta de armas para la policía nacional. Desde el fallido golpe de Estado de Pedro Castillo, la rehecha estructura de Sendero Luminoso ha desencadenado una serie de acciones criminales para desestabilizar el régimen y forzar la dimisión de una débil Dina Boluarte, al cabo la vicepresidenta del comunista Castillo, aunque, de momento, resiste. Y España, en vez de apoyar a la democracia peruana, le ha dado la espalda.
El cerco a Lima y a la democracia
La movilización violentísima de la extrema izquierda no se ha limitado a las zonas tradicionalmente dominadas por Sendero, dirigido desde la cárcel por Elena Iparaguirre, viuda de Abimael Guzmán, sino que cambiando algo la tradicional estrategia de cerco de las ciudades desde el campo, se ha centrado en las comunicaciones que dan acceso a las capitales. Así se han tomado aeropuertos, con saldo de varios muertos, las calles céntricas de Lima, propicias a encerronas de la policía por los manifestantes, y otros lugares en los que la policía se defiende mal, por falta de recursos y los terroristas, como siempre, buscan que el Ejército asuma la represión, para repetir el esquema de guerra civil revolucionaria, de Mao y de Sendero.
Los terroristas han mejorado sustancialmente en una cosa con respecto a su mejor época: son menos y su estructura es conocida, pero tienen un apoyo internacional que jamás disfrutó la organización más criminal de la historia de América: 70.000 muertos. Como maoísta, Sendero no tenía el respaldo de Cuba y sus socios, que preferían al MRTA, grupo que asaltó la embajada del Japón y brindó a Fujimori su primer éxito.
Eso ha cambiado con Perú Libre y Vladimir Cerrón, que, como explicamos aquí, al llegar al Poder con Castillo como marioneta, logró la convivencia de la estructura senderista del campo, sobre todo el VRAEM, y la nueva de las ciudades, con el mismo esquema de las viejas (se ha detenido toda la de Ayacucho) pero con un Gobierno de simpatizantes del terror y comunistas a granel. Por eso la rebelión tras el fallido golpe de Castillo es tan dura: tiene la experiencia de Sendero y las facilidades de un Gobierno antes propicio.
El Gobierno paró el golpe de Castillo gracias a la actuación en el Parlamento del general Williams y a la fiscal general, Patricia Benavides. Sin embargo, su estructura está carcomida por dentro, y al toparse con una auténtica rebelión comunista, carece de medios de represión adecuados. Por eso ha querido comprar armamento policial en España. Y Sánchez se lo ha negado. España se suma así al apoyo que a Castillo y sus terroristas brindan los regímenes y gobiernos del Cartel de Puebla, con México y Colombia al frente, que no han vacilado en inmiscuirse en los asuntos internos peruanos, y no para ayudar a un régimen democrático sitiado por los golpistas.
Nunca, salvo en el caso de Cuba, Nicaragua y Venezuela, siempre detrás de toda subversión en la zona, se había producido una interferencia tan escandalosa por parte de países en teoría aliados y que comparten la presencia en la OEA y otros organismos básicamente decorativos, pero que, impedían que un país respaldara abiertamente un golpe de Estado en otro. Ahora lo están haciendo. Y tienen como valladar propagandístico el típico de todas las subversiones: los excesos, reales o supuestos en la represión. Ni que decir tiene que si no se rebelaran contra el orden constitucional no serían reprimidos, y que, para represión, la de los demócratas que luchan contra el totalitarismo comunista en Cuba, Nicaragua o Venezuela. Pero la victoria de Lula ha entusiasmado a los que quieren convertir Iberoamérica en una Unión de Repúblicas Indigenistas y Socialistas, o sea, Comunistas. Y cuentan con la izquierda española, es un decir, como cuartel de invierno.
Las ridículas explicaciones de Albares
La negativa de España a vender gases lacrimógenos, ni que fueran ametralladoras, se debe a la petición de Amnistía Internacional de que no se apoye al gobierno legítimo peruano frente a la subversión. Asombroso. Una organización que casi siempre ha legitimado los movimientos comunistas en Iberoamérica, véase Colombia, es, para Sánchez, más importante que un país soberano como el Perú, con el que España mantiene plenas relaciones diplomáticas y comerciales, sin hablar de los cien mil peruanos que aquí viven y a los que se transmite la inconcebible idea de que su Gobierno no está legitimado para defenderse. Que una pandilla como la que anida en las organizaciones llamadas de Derechos Humanos tenga más credibilidad para el Gobierno que un país soberano, democrática y tan unido a España, es una fechoría digna del rojerío de Podemos, que es quien realmente dirige la política exterior española.
A la ofensa se añade la discriminación. ¿Qué informes pide Albares a Amnistía Internacional para vender armas a las tiranías teocráticas árabes? ¿Pues y a Marruecos? ¿Se han tenido en cuenta las denuncias por atropellar los derechos humanos en materia de información? ¡Pero si hasta el PSOE votó a favor del régimen de Rabat en la condena del Parlamento europeo!
¿Qué está pasando, entonces, para que alguien, no por necio menos responsable de sus actos que el ministro de Exteriores, perpetre semejante atrocidad? A mi juicio, hay dos razones: sectarismo y corrupción. Y las dos se hermanan en el Cártel de Puebla, olla podrida de regímenes comunistas y favorables al totalitarismo de izquierdas, todos unidos por el narcotráfico. El de Puebla o Sao Paulo es un Cartel, porque su fuente de energía, junto al marxismo-leninismo, es la cocaína, y porque actúa como un cartel típico, con gente como Garzón y Zapatero para blanquear más el ya blanquísimo polvo, comprador de voluntades y domador de principios, rey oculto de tantas repúblicas y factor clave en el mantenimiento de dictaduras atroces.
No se olvide que el nombre de Cártel de los Soles, origen técnico del político de Puebla, se debe a las insignias del ejército de Venezuela, que, con Chávez, se convirtió en rama de la mayor organización narcotraficante del mundo. Donde la mayoría de países suelen poner estrellas, Venezuela pone soles, pero a esos soles se les superpuso la cocaína para amansar la tentación belicista de los militares molestos con la dictadura bolivariana.
Lo consiguió, y hoy la DEA y el FBI no distinguen entre el régimen de Maduro y el Cártel de los Soles, porque son lo mismo. Su mejor aliado, como ya he descrito aquí, es el régimen cocalero de Evo Morales, socio del senderismo en el Sureste del Perú, y declarado por Lima persona non grata. Lo mismo cabe decir del ayer terrorista Petro, hoy presidente de Colombia, pero cómplice del terrorismo. O de Andrés Manuel López Obrador, el gran amigo del Chapo Guzmán, que defiende abiertamente al golpista Castillo. El frente político comunismo o Cartel de Puebla está detrás de operaciones típicamente subversivas como la que ha llevado a Amnistía Internacional a pedir que no se ayude a Perú a defenderse del renovado Sendero Luminoso.
Ucrania, en español se dice Perú
Esta semana, Sánchez ha viajado a Ucrania a fingir que España está apoyando un país soberano a defenderse de Moscú. En español, Ucrania se llama Perú. Esa es la trinchera en la que se defiende, en español, la libertad. A Perú y a su régimen sitiado por los amigos de Putin es al que debemos ayudar por todos los medios. El primero, denunciar fechorías como la de no vender armas para la policía, no vaya a usarlas contra los comunistas. En realidad, es la mejor razón no ya para vendérselas, sino para regalárselas.
