
Ahora aflora lo del Tito Berni. Antes emergió lo del "hermanísimo Juan", el "papá Chaves" y tantos otros cuñados, sobrinos y familiares que dio pie para la aparición del libro La Tela de Araña andaluza 1 y 2 (inédito), cuyos datos más significativos pueden releerse en Libertad Digital. Otras telas de araña socialistas se han encontrado en las demás regiones de España (la valenciana acaba de salir a la luz y en la propia estructura del Estado. El que mejor ha definido en qué consiste la estrategia de la araña no es socialista, sino comunista. Fue Íñigo Errejón quien definió su quehacer con suma claridad: sembrar las instituciones colocando a los afines de modo que no haya opción de alternancia democrática o, si la hubiera, poder controlar y dinamitar a los gobiernos adversarios. Si los afines son familiares, mejor: más confianza y todo queda en casa.
Pero lo del nepotismo, que viene de muy antiguo, es lo de menos. No es más que un medio para llegar al fin. Y es ese, el fin, lo que ha cambiado esencialmente y lo que instala a la izquierda, socialista y comunista, y, no se olvide, a los separatismos catalán y vasco, en la senda de la degeneración. La "siembra de afines" (y la eliminación de los desafectos) en todos los ámbitos de la vida pública regada con dinero de todos siempre fue el instrumento esencial para alcanzar los fines. Ya fuese un comunismo totalitario, un socialismo hegemónico y autoritario, un Estado-nación excluyente, parlarracista y/o terrorista, siempre se necesitó alimentar a los propios y apartar a los hostiles. Todavía se recuerda en la verdadera historia de la II República a "los retirados de Azaña", militares no simpatizantes a los que se pasó a la reserva biempagados para que los republicanos de fe ocuparan sus puestos.
La diferencia con lo que hoy ocurre en esta España herida es que esa izquierda, que siempre ha estado ligada al separatismo como atestigua la Historia (a ver qué fue si no el golpe de Estado de 1934), tenía un fin, una causa, un objetivo y para ello desarrolló un enorme sentido de la organización, que siempre faltó en las derechas, incluso la republicana, y en los libertarios españoles, de algún modo vinculados por el amor a la libertad individual y los derechos y deberes de cada persona. Por ello, la II República y la Guerra Civil aspiraron a la masacre de unos y otros, por no aceptar las órdenes y dictados de quienes decían conocer científicamente, nada menos, qué era la historia y sus caminos.
Pero el cuento ha cambiado muchísimo. Los fines se han agotado. La experiencia de socialismo real y su consecuencia, la caída del muro de Berlín, anularon las metas tradicionales y el recurso a las nuevas tácticas de descomposición de la sociedad "capitalista" mediante el uso perverso de las minorías como ariete y el abandono de la racionalidad y de la ciencia como linternas del camino, está conduciendo directamente a la división interna y a la arbitrariedad voluntarista.
Ha circulado estos días un vídeo de Lidia Falcón, que define la trayectoria de esta izquierda tan degenerada como un intento de "abolir la realidad", en realidad, abolir lo que sea con tal de ganar un puñado de votos para alcanzar migajas de poder. Curioso es, desde luego, que la presidenta del Partido Feminista, que fue expulsada de IU por decir lo que sigue diciendo, diga sobre la Ley Trans, admitida con pocos reparos por un PP acéfalo, o la del Sí es Sí (que fue votada por Ciudadanos) u otras, lo que la derechas españolas no se atreven a decir. Omite la Falcón que el responsable de todo esta descomposición irremediable es Pedro Sánchez, pero al menos se atreve a decir lo que debería ser dicho por muchos más.
Por singularizar en el partido responsable de esta corrupción, inevitable ante la ausencia de un examen de conciencia riguroso sobre su comportamiento histórico y presente, digamos que la E de español ya no tiene significado alguno en este partido, que está permitiendo el desarme energético, industrial, agrícola y cultural de España, privilegios regionales escandalosos y el despojo moral de nuevas generaciones desconcertadas y acríticas.
La O de obrero hace tiempo que debió haber desaparecido de sus siglas porque simplemente suponer que la UGT y CC.OO. tienen algo que ver con los intereses de los trabajadores españoles desata la risa floja tras conocerse su corrupción medular. Han sido, son y serán correas de transmisión del partido y es el gobierno social-comunista el que somete a los obreros y asalariados, ya una minoría del electorado, al calvario del coste de la luz, al viacrucis de los precios de la gasolina, de los productos básicos y las hipotecas sin disponer de alguna idea "redentora" creíble.
La S de socialista ya no significa nada, salvo supervivencia de sus clanes. Ni siquiera se es capaz de defender la equidad social entre los españoles vivan donde vivan ante la ley, ante los presupuestos, ante la necesidad de agua... Ni siquiera queda la organización, la P, que no es ya la P de partido, sino la P de "padrino" en el sentido de la novela de Mario Puzo, tal vez la más relevante del siglo XX. Hoy "pedrino", sí, una gracieta, pero mañana el o la que sea, líderes de la degeneración sucesiva.
¿Son Ramón Tamames, Fernando Sánchez Dragó y Santiago Abascal los que merecen una moción de censura? Perplejo irremediablemente quedo.