Bildu es un partido que tiene en sus filas a condenados por pertenencia a banda armada, y no hablamos de concejales de remotas aldeas de montaña: su líder, Arnaldo Otegui, lo ha sido no en una sino en dos ocasiones. Es más, nadie duda de la relación directa entre esta formación y ETA; y Pedro Sánchez menos que nadie: por eso dio a los diputados de Bildu unas sentidas condolencias por el suicidio de un terrorista que cumplía pena en la cárcel de Martutene.
Podría pensarse que el pasado debe ser superado en aras de la convivencia, pero es que no estamos hablando del pasado: el partido que lidera Otegi jamás ha condenado el terrorismo y, cada vez que tiene oportunidad, rinde homenaje a los asesinos de la banda, cuanto más sanguinarios mejor.
Ese partido filoetarra y con etarras en sus filas ha sido el que ha presentado un escrito en el Congreso para que se borre toda referencia a Manuel Fraga de la Cámara Baja, así como para que se quite el busto que homenajea al fundador de AP en el Senado.
Como bien ha apuntado el PP: "Los que honran a Txapote quieren deshonrar a Fraga". Y es que más allá de lo que cada uno piense del que fuera líder de la oposición en ese mismo Congreso, a cualquier demócrata se le deberían revolver las tripas al ver que los que trabajaron y mataron para destruir la democracia pretenden dar lecciones éticas a costa de uno de los que más contribuyó a traerla y consolidarla.
Es una aberración que más de 50 años después de dejar el cargo la memoria de Fraga se vea ensombrecida por su labor como ministro de Franco –un puesto desde el que con aciertos y errores no se puede negar que sirvió a España– mientras parece que todos tenemos la obligación de olvidar el pasado como terrorista de Otegi y su participación en varios secuestros, uno de los cuales supuso su primera condena.
Pero es que, además, mientras Fraga era una pieza clave en la llegada de la democracia, vehiculando hacia el nuevo régimen a una parte sustancial del franquismo, siendo padre de la Constitución, presentándose en varias ocasiones a las elecciones generales y logrando cinco contundentes victorias electorales en Galicia –cuatro de ellas por mayoría absoluta y tres superando holgadamente el 50% de los votos–, el Otegi que ahora persigue su memoria era el brazo político de ETA, a las órdenes de la banda e integrado en ella, tal y como sentenciaron los tribunales. Esa y no otra es la medida de la diferencia entre Fraga y Bildu.
No obstante, lo peor no es el comportamiento despreciable de los que ya sabemos que son sujetos repugnantes, lo peor es que lo hacen al amparo de una ley que este jueves ha demostrado la profundidad de su vileza: la de Memoria Democrática. Una ley que, efectivamente, persigue más a los que trajeron la democracia que a los que trataron de derribarla con tiros en la nuca y bombas lapa. Una ley que, si llega al Gobierno, Alberto Núñez Feijóo debe derogar el su primer Consejo de Ministros.


