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Javier Somalo

Los presos y la historia de Pilar

Se completa el proceso de acercamiento de presos etarras a cárceles del País Vasco y Navarra. La ignominia se mide por la alegría de Otegui.

Se completa el proceso de acercamiento de presos etarras a cárceles del País Vasco y Navarra. La ignominia se mide por la alegría de Otegui.
Pilar Elías en una manifestación por las víctimas de ETA en 2011 | LD

Fernando Savater diagnosticó con tanta brillantez como brevedad el problema de la rendición del Estado ante el terrorismo: "ETA mató para algo y ahora vivimos en ese algo". No cabe más drama en menos palabras.

Hoy vivimos otro avance más en ese algo que siempre se lleva por delante a las víctimas del terrorismo. Hoy se completa el proceso de acercamiento de presos etarras a cárceles del País Vasco y Navarra. La ignominia se mide por la alegría expresada por Arnaldo Otegui, socio del presidente Pedro Sánchez. En su alocución va adjunta la reclamación del siguiente pago:

[La dispersión es] un ciclo que ha dejado como único logro la prolongación cruel del sufrimiento (…) Nuestra alegría hoy debe ser una alegría contenida. No podemos olvidar tanto dolor y tanto padecimiento. Nuestro pueblo se merece un futuro de reconocimiento y reparación de todas las víctimas y un horizonte sin presos, refugiados ni deportados políticos. Nuestro pueblo lo desea y es responsabilidad de todos y todas hacerlo realidad.

Ese pueblo al que se refiere es ETA, claro. El último párrafo, el del pueblo, lo repitió dos veces. Descartado algún proceso de demencia, más bien parece el énfasis sobre los pasos siguientes "en ese algo" en que vivimos por culpa de Sánchez. Lo repite amenazante. Como cuando los etarras enviaban varias cartas pidiendo colaboración antes de decidir sobre la vida del que se resistiera a contestarlas. Tras el acercamiento vendrán los terceros grados regalados por el Estado al haber cedido en 2021 la competencia de prisiones al Gobierno vasco. En las cárceles de Martutene (Guipúzcoa), Basauri (Vizcaya) y Zaballa (Álava) ya no se ve el logotipo del Ministerio del Interior. En su lugar luce el del victorioso Gobierno vasco.

Sin lugar a duda, los presos etarras que ya estén alojados en ellas no tardarán en obtener permisos penitenciarios de régimen abierto y, finalmente, la excarcelación. El plan lo ha trazado el propio Otegui y, si sólo dependiera de Sánchez, se cumpliría mañana mismo: España sin presos etarras. Queda la esperanza que nos puedan ofrecer los fiscales de la Audiencia Nacional, pero aquí nos topamos con otro de los problemas de nuestra democracia, el de la independencia. Con Sánchez, todo perdido.

Según el Gobierno, la política de dispersión no tiene sentido porque la banda terrorista ya no mata. Hay paz. La medida fue adoptada en 1989 por el gobierno de Felipe González y respondía a la necesidad de tener controlados a los etarras presos ya que, desde prisión, mantenían capacidad organizativa terrorista. La estrategia correspondió al Ministerio de Justicia que entonces dirigía Enrique Múgica. La dispersión seguía cumpliendo su función y no violaba derecho alguno por más que buscaron jurisprudencia y abogados afines dentro y fuera de España. En 1996 ETA asesinó de un tiro en la nuca a Fernando Múgica, hermano del ministro, y secuestro al funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara (532 días) con la intención de matarlo. Después vino el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco a manos de Txapote y Amaia, la pareja sanguinaria que presume de sus muescas cerca ya de casa, en el centro de Zaballa, y quizá de la calle y de las familias de sus víctimas.

El Estado no ha hecho sino reducir las condiciones para que asesinos orgullosos de serlo salgan beneficiados. Ni la vía Nanclares era tolerable. Debían renunciar públicamente al terrorismo, a la banda, al colectivo de presos reservorio de la banda, pedir perdón expreso a las víctimas y colaborar con la Justicia en el esclarecimiento de crímenes aún no resueltos. Cumpliendo estrictamente todas y cada una de las condiciones sigue siendo cuestionable que alguien que ha hecho volar por los aires un cuartel con niños dentro o que ha descerrajado dos tiros en una nuca pueda optar a beneficio alguno sobre una condena justa.

La víctima es siempre víctima y al final se tiene que esconder como ha sucedido tantas veces en el País Vasco.

"¿Quién puede haber hecho algo así?"

Siempre merece la pena recordar la historia de Pilar Elías, Ramón Baglietto y Cándido Azpiazu porque tiene todos los ingredientes de la tragedia que han vivido cientos de miles de personas en España a cuenta de ETA.

Lo cuenta la propia Pilar Elías en una entrevista realizada hace ya unos cuantos años por la Fundación Fernando Buesa:

En el año 1962 (21 de septiembre) Ramón estaba en una calle de Azkoitia, cuando vio cómo una mujer con un bebé en brazos corría desesperada detrás de un niño que iba tras una pelota, sin ser consciente de que un camión le iba a arrollar. Mi marido pudo arrancar de los brazos de la mujer al bebé, pero no pudo salvar a la madre y a su hijo mayor. El bebé de once meses era Cándido".

El 12 de mayo de 1980, varios terroristas persiguieron el coche de Ramón Baglietto, concejal de UCD y buen amigo de Marcelino Oreja, hasta colocarse a su altura en el Alto de Azcárate, en Elgoibar. En ese momento le dispararon con una ametralladora y una pistola provocando que perdiera el control de su automóvil y se estrellara contra un árbol. Los terroristas se acercaron a pie y lo remataron con un disparo en la cabeza.

De los cinco terroristas implicados en el asesinato lograron capturar a dos. Uno de ellos fue el que apretó el gatillo en la cabeza de Ramón. Se llamaba Cándido, Cándido Azpiazu, y 18 años antes Ramón le había salvado la vida.

"Eso es un elemento más —relata Pilar— de esta historia de este hombre cruel. Fue condenado a 52 años de prisión, pero a los 12 años le pusieron en libertad porque, entre otras cosas, dijo haberse arrepentido".

Hay una entrevista en El País en la que el etarra niega cualquier arrepentimiento y juega a sentirse patriota ante el dolor ajeno. Otro de los autores, Juan Ignacio Zuazolazigorraga, también quedó en libertad 12 años después de la condena. Ambos han sido agasajados y arropados como héroes e hijos predilectos en el Ayuntamiento de Azcoitia ante el dolor de las víctimas, las que siguen allí y las que se vieron abocadas al exilio.

Pero como la víctima siempre es víctima, el asesino de Ramón compró un local en los bajos del edificio en el que vivía su viuda Pilar. Aldako Cristalería. Era el año 2006 y Cándido Azpiazu decidió rehacer su vida junto a la que había destrozado, por si lo hubiera olvidado. Pilar, que era concejal del PP desde 1995, se encontraba a diario con el asesino de su marido, con el niño que apretaría el gatillo contra su salvador.

La Audiencia Nacional decidió embargar el local para que el etarra hiciera frente a la indemnización que había negado por presunta insolvencia. En el ayuntamiento de Azcoitia, donde Pilar era concejal, vieron aquello como algo intolerable contra su hijo predilecto y celebraron actos de desagravio por el etarra. Finalmente su propia esposa compró el local por una cantidad que ni siquiera cubría la indemnización. Tanto el etarra como su mujer iban diciendo que era Pilar la que les incomodaba…

Como en la Patria de Aramburu, quedan más historias familiares que ETA destrozó. Lo cuenta también Pilar:

"El día que asesinaron a mi marido en la empresa en la que trabajaba el padre de Cándido Azpiazu, comentaron: ‘¿os habéis enterado de que han asesinado a Baglietto?’ Y él dijo: ‘pero si es el que salvó a mi hijo. No puede ser, eso no puede ser. ¿Quién puede haber hecho algo así?’. A los dos días se enteró de que había sido su hijo".

El padre de Cándido murió muy poco después de cáncer. ¿Más? La orden de asesinar a Ramón la dio el entonces jefe de ETA Eugenio Etxebeste, Antxon… un Baglietto por parte materna.

Sólo la vergüenza salva a algunos, quizá a destiempo. La tía del otro etarra, Zuazolazigorraga, fue un día a casa de la viuda: "Hola Pilar, es que ya no puedo más. Vengo a pedirte perdón".

A Pilar la han insultado, abucheado, amenazado y, por supuesto, la han intentado matar con un paquete bomba y tantas otras veces que no habrá trascendido. Los hijos de Pilar no soportaban ir a su casa y sufrir un encuentro fortuito con el cristalero. Quizá en domingo, que estará cerrado. Nada es suficiente. Sólo sufren las víctimas del terrorismo que viven obligatoriamente y siempre en "ese algo" que soltó Savater.

"Un horizonte sin presos", pide Otegui, socio imprescindible del presidente Pedro Sánchez. A ver si esto sale en las campañas de los partidos que dicen que quieren echarle.

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