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Juan Gutiérrez Alonso

Radical y extremista

No me parece que calificar como radical y/o extremista a todo discrepante de los posicionamientos actualmente hegemónicos sea una buena idea.

No me parece que calificar como radical y/o extremista a todo discrepante de los posicionamientos actualmente hegemónicos sea una buena idea.
Pedro Sánchez recibe a Alberto Núñez Feijóo. | PP

Estas últimas semanas, mientras conversábamos, me han llamado extremista y radical dos personas muy queridas por mí. Una es afín al partido de Gobierno y otra es afín al principal partido de Oposición. En el primer caso, cuando fui extremista, intentaba argumentar que la actual situación de asfixia propagandística y de control, destacando especialmente el caso de Cataluña, no se había visto ni siquiera en el nazismo o el fascismo. Defendía además que no me parece buena idea incorporar en la función de gobierno, en los acuerdos parlamentarios y legislativos, así como en la estructura del Estado, a gentes que viven de la democracia, pero en verdad ansían la dictadura. Muchos de ellos con pasado tenebroso o incluso criminal. Es lo que está haciendo en este momento España o Colombia, como había hecho antes Bolivia y Venezuela.

No creo que el sistema democrático ni la convivencia pueda mejorar por esta senda sino más bien degenerar y provocar reacciones y escenarios impredecibles. Pienso, no sé si radical o humildemente, que lo sucedido en otros lugares que ya han experimentado con esto me da la razón, por mucho que informativamente se oculte o exista un empeño en presentarlo de otra manera.

En el segundo caso, es decir, cuando se me acusó de radical, sólo intentaba defender ante dos compañeros de oficio, que el ejercicio de gobierno no puede reducirse a las cuestiones de mera gestión económica y limitar a esto las credenciales. Hablábamos concretamente sobre Andalucía, donde existe una sensación de mejora económica respecto de cuando gobernaba otro partido, pero desde el punto de vista, digamos, ideológico, lo cierto es que el programa que avanza es similar al que progresa en otras latitudes, donde rigen gobiernos de signo político teóricamente contrario. Por resumirlo, el BOJA es frecuentemente indistinguible del BOE y también del diario oficial de otras comunidades autónomas recurrentemente criticadas.

Creo que hay cuestiones, materias e incluso asuntos de orden lingüístico, histórico y hasta filosófico, que en pleno desmantelamiento del Estado constitucional, no deben pasar inadvertidos a la acción de gobierno, desmereciendo por tanto ese reduccionismo que consiste en argumentar y defender que "ahora se está mejor". Entiendo que el éxito de una gestión administrativa o económica es puntual y obedece a múltiples factores que no siempre dependen siquiera de la acción directa de la Administración, y que no se pueden descuidar los asuntos de otra naturaleza porque al final, gobierne quien gobierne, son un determinado tipo de ideas, en este caso de tipo colectivizante, las que avanzan sin que se pueda mostrar la más mínima resistencia sin merecer un aireado reproche.

Entonces, radical y extremista por poner en duda la senda encaminada por algunos de nuestros gobiernos, a quienes en verdad les deseo lo mejor porque en ello también nos va a nosotros lo más esencial en la vida en sociedad: la libertad y la seguridad. No creo, en cambio, que sea el caso. Tampoco me parece que calificar como radical y/o extremista a todo discrepante de los posicionamientos actualmente hegemónicos sea una buena idea. Es más, nos carga de razón.

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