
Yolanda quiere ser la primera presidenta del Gobierno y yo quiero ser el Sah de Persia, pero ambos lo tenemos igual de complicado. Hay pocos políticos con menos méritos que ella para liderar algo, incluso un nuevo partido, o al menos un nuevo partido de los que salen con color propio en los gráficos electorales de televisión. Por eso resulta un prodigio la campaña mediática zurda de los últimos días. Es algo tan apabullante y brutal como si trataran de convencernos de que Alberto Garzón debe ser el nuevo presidente de la RAE.
Lo cierto es que cada vez resulta más sencillo construir un líder de masas, aunque su ascenso dure tanto como el de la pirotecnia que los críos compran en los chinos. Un poco de peluquería, un poco de vestuario, un entrenador de gestitos, el río de las redes sociales sonando, y aprender a achinar los ojos al asentir mientras te hablan, como para que parezca que todo te llega al corazón. Así se fabrica un candidato hoy. Así y con toda la maquinaria mediática marcando el paso monclovita.
La ministra encabeza la lista de políticos más valorados en lo de Tezanos. Fui alumno suyo –llevo aquí la cicatriz—, de modo que conozco de primera mano su manera de entender la Sociología, y por extensión la demoscopia, que en su caso procede del latín, es decir, demo, de "Satanás", y copia, de "imitar a". Pero aún si el dato fuera creíble, disponemos de un largo historial de políticos irrelevantes a los que nadie ha votado jamás encabezando esas listas. Es como ser el más rico del cementerio.
Diría que en Galicia también conocemos bien a la ministra si no fuera porque es mentira. Quiero decir que sus años de popularidad política en mi tierra brillaron por su ausencia. Su llegada a la primera fila nacional, aliñada con sonadas traiciones gallegas, fue una carambola del destino, casi tan probable como que yo fiche como delantero centro del Madrid la próxima temporada. Ocurrió y ya. Cosas que pasan. También tuvimos una pandemia. Pero cualquiera puede investigar un par de minutos para descubrir quién es realmente la ministra de Trabajo, y quiénes son sus referentes: tienen miles de visitas en YouTube sus loas de ojos brillantitos a Castro y a Chávez, y sus alegatos revolucionarios; todo tan boomer como la SEGA Master System.
Que estaba preparándose para ocultar la piel de lobo de su comunismo bolivariano y vestirse de princesa socialdemócrata euro-ovejuna lo sabemos desde que se fue a ver al Papa Francisco, para espanto de todos los pontífices difuntos que yacen en San Pedro. Después se ha pasado no sé cuántos meses en algo que llamó proceso de escucha, y me tomé la molestia de recomendarle la clínica auditiva de un amigo, preocupado por su alarmante sordera. Al fin vio y oyó, creo, y entonces llegó el día que nadie estaba esperando, su puesta de largo, y es complicado que algún candidato futuro en lo que le queda al hombre sobre la faz de la tierra sea capaz de hacer algo tan increíblemente cursi.
Ayer escuché a un idiota reconocido –es decir, uno de los que le llamas "¡idiota!" y se gira contento— decir que lo que nos chocaba del acto político de Yolanda es que había sido muy femenino, y a mí no deja de sorprenderme cómo la izquierda no para de producir tíos que desprecian tanto a las mujeres normales. Eso fue cursi, cursi como candado oscilante en puente veneciano, y no tuvo nada de femenino, empezando por la protagonista, a quien imagino que Dios bendijo con otras virtudes, aunque hasta ahora no he logrado documentarlo.
Parecía que el acto en sí no podía ser más horrible, me cuentan que hasta las moscas estaban intentando suicidarse chocando unas con otras, hasta que llegó el ritual espiritista. Cual chamana de Ali Express llamando al espíritu maligno de Stalin, Gioconda Belli le arrojó una oración entronizadora a Yolanda que hizo que a la aspirante a princesa comunista se le derritiera el rímel de tanto entrecerrar los ojos para ponerle mucho corazón a todo aquello, aunque tengo para mí que por dentro se estaba muriendo de vergüenza.
Después de superar el tsunami de azúcar que la prensa cuchi-cuchi le dedicó a la candidata al día siguiente, una vez digerido hasta el último litro de almíbar rojo, solo ha quedado en el recuerdo de la mayoría la nube gore de su amigo el youtuber gerontófobo. Lo siguiente es la lluvia ácida y el olvido. Pero de postre llegó una injusta casualidad: del ensayadísimo rostro escuchante de Yolanda, en cosa de unas horas, todos los telediarios españoles pasaron a la imagen imperial de Giorgia Meloni en primera plana. No busque las diferencias, que la Semana Santa es tiempo de caridad.
