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Pablo tiene la llave de la Moncloa

El problema de la derecha es el estigma de Vox. El problema de la izquierda es el ego de Iglesias.

El problema de la derecha es el estigma de Vox. El problema de la izquierda es el ego de Iglesias.
El exvicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias | EFE

La izquierda lo tiene un poco mejor, pero solo un poco, para ganar la Moncloa en diciembre. Lo tiene un poco mejor porque, a diferencia de la derecha, solo va a depender de sí misma para que eso llegue a suceder. A la derecha, en cambio, no le resultará suficiente con movilizar a la integridad de su base sociológica. Y es que, al margen de que ello ocurra, las posibilidades reales de que alcance el poder —concepto distinto al de sacar la mayoría relativa en unas elecciones— van a verse determinadas por el hecho de que Sumar y Podemos concurran separados o no. El problema de la derecha es el estigma de Vox. El problema de la izquierda es el ego de Iglesias.

Así, lo del sambenito ultramontano de la gente de Abascal conllevará que nadie, salvo acaso algún canario suelto e irrelevante, va querer investir a Feijóo con esas compañías. Y lo del hipertrófico ego juvenil del otro bien podría provocar que ese ruidoso y atrabiliario cajón de sastre que danza a la izquierda del PSOE no logre arañar cuarenta escaños, los imprescindibles a fin de que Frankenstein se ponga en pie de nuevo. Con Ciudadanos muerto y embalsamado, el PSOE, incluso en el optimista supuesto de que repitiese los resultados de hace cuatro años, no conservaría sus escaños actuales, ya que los que pescó en la tómbola de los restos, todos fruto de los votos tirados a la basura de la derecha en provincias pequeñas, esta vez irán al PP. Pongamos entre diez y quince actas.

Pese a ello, si lo de Yolanda cuaja y termina poniendo algo de orden en esa jaula de grillos alternativos, los cuarenta escaños que debería amarrar situarían a Sánchez a menos de treinta votos del banco azul. Justo los que aporta el monstruo. Estamos hablando de cuatro millones de papeletas. Palabras mayores, pues. ¿Lo conseguirá? Nadie lo puede saber a estas horas. El del ego herido solo disponía de un podcast hasta hace cinco minutos. Ahora, además del juguete que le paga Roures, tiene también las llaves del despacho de la Presidencia del Gobierno. Las venderá caras.

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