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José García Domínguez

Gobernar España sin Bildu, Esquerra ni el PNV

Bildu es un gran problema para la mitad del PSOE, igual que el PNV estaría llamado a representar idéntico gran problema para la totalidad del PP.

Bildu es un gran problema para la mitad del PSOE, igual que el PNV estaría llamado a representar idéntico gran problema para la totalidad del PP.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el portavoz del PNV, Aitor Esteban, y el portavoz de Unidas Podemos, Pablo Echenique, conversan tras la intervención del líder de Vox, Santiago Abascal, en la moción de censura | EFE

Sería muy bonito que en la España contemporánea, la posterior al ocaso terminal y definitivo del bipartidismo imperfecto que diseñaron los artífices intelectuales de la Transición, el PSOE y sus confluencias pudieran gobernar sin necesitar nunca del apoyo interesado del nacionalismo vasco de izquierdas; sería tan bonito como que el PP y sus escisiones más conservadoras lograsen, a su vez, hacer lo propio en el futuro sin jamás necesitar del concurso del nacionalismo vasco de derechas. Pero la política no consiste en el arte de lo bonito, sino en el de lo posible.

Y una vez desaparecido del hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo el catalanismo tradicional, ahora reconvertido en un remake posmoderno del carlismo trabucaire del siglo XIX, el empeño de intentar excluir al nacionalismo radical vasco, valga el pleonasmo, de las geometría variables que posibilitan la gobernabilidad, llámese Bildu o PNV, solo conduce a un ejercicio de melancolía abocado al fracaso. Por lo demás, el PNV, eventual socio de conveniencia que Feijóo, necesitaría con casi plena seguridad a fin de poder recalar en la Moncloa, resulta ser metafísicamente incompatible con Vox, su ineludible pareja de baile.

Lo mismo, por cierto, que ocurre a la mitad del PSOE con eso que ahora se hace llamar Bildu y mañana pudiera responder por cualquier otro apodo. Y es que Bildu constituye un gran problema para la mitad del PSOE, igual que el PNV, llegado el caso, estaría llamado a representar idéntico gran problema para la totalidad del PP. Pero como resulta que el bipartidismo imperfecto de la Transición yace hoy muerto y enterrado, tan muerto y enterrado como aquel viejo catalanismo hipócrita y pragmático de los tiempos de Pujol, la única vía factible a fin de acabar con las hipotecas secesionistas vascas pasaría por un gran acuerdo entre los cuatro partidos nacionales (cuatro, sí, cuatro) para fijar alguna prima de representación parlamentaria a los ganadores de las elecciones. Una prima diseñada de modo que no perjudicase ni a Vox ni a la izquierda alternativa, solo a Bildu y al PNV, además de ERC. Algo que resulta técnicamente posible. El modelo griego, vaya. No existe otra fórmula.

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