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Cristina Losada

La bunkerización de Pedro Sánchez

El presidente se pasó hace tiempo al terreno de la conspiranoia y ha seguido ahí hasta establecerla como su vía de escape de la realidad.

El presidente se pasó hace tiempo al terreno de la conspiranoia y ha seguido ahí hasta establecerla como su vía de escape de la realidad.
Europa Press

El presidente del Gobierno cree que todo lo que pasó el 28 de mayo fue resultado de la mentira. Que fuera resultado de su propia mentira no lo dice, y no puede esperarse que lo diga, pero tampoco se puede esperar que se le haya pasado por la cabeza. Ni en su íntimo diálogo, si lo tiene, va a reconocer su participación en el festival mentiroso. Cuando la mentira atrapa al que la usa en su telaraña resulta casi imposible salir. Todo nuevo movimiento le enreda y le hace más prisionero. Pedro Sánchez no imputa la derrota socialista a la desconexión de su partido y su Gobierno con la realidad que palpan los ciudadanos, sino a una artera fabricación de mentiras que los votantes se tragaron. Y tragaron como unos pobres imbéciles, se deduce.

No habrá nunca forma de llegar a un acuerdo sobre la autoría de las mentiras en política, pero Sánchez no se limita a acusar a los rivales de mentir, que eso es pan de cada día. Hace de la mentira la causa de su fracaso, y no da ese gato por liebre porque sí. Lo da para eludir las auténticas causas y porque está atrapado en la telaraña. El presidente se pasó hace tiempo al terreno de la conspiranoia y ha seguido ahí hasta establecerla como su vía de escape de la realidad. Primero fueron los "poderes ocultos" en estrambóticas variantes. Ahora, va a más. Dice que el 28-M fue un "aperitivo de suciedad, insultos, mentiras" que se recrudecerá de cara al 23-J. Dice que se "van a inventar barbaridades" y que "van a desatar una campaña de insultos y descalificaciones". Dice que "van a tratar de crispar hasta límites insospechados para que no se escuchen los argumentos". ¡Los argumentos! No puede hablar de argumentos quien suelta todo lo anterior.

España es un país enormemente tolerante con ese tipo de "argumentos". Lo que dijo Sánchez ante sus diputados y senadores, que es lo que estoy comentando, se acepta tranquilamente como lo propio de un líder que quiere animar a los suyos después de un fracaso. Luego nos quejamos del tono de nuestro debate político: la culpa es nuestra, por aceptar la basura. Y si viene de "los nuestros", la basura más fétida se acepta como manjar. Yo no he visto a ningún mandatario de esas democracias del entorno que tenemos como referentes hacer ni decir algo así después de una derrota. El votante les impone más respeto. Incluido el votante contrario. Sánchez aludió en su ataque de ira a Trump, la excepción: ataca a los medios (como Sánchez en su perorata) y acusa a la prensa de izquierdas de mentir. ¡Fake news!, sentenciaba Trump constantemente, como sentencia Pedro que van a lanzar fake news contra él desde "la posición de dominio que tienen en grandes empresas y grandes medios de comunicación". "Van", "tienen": siempre ese "ellos" indeterminado, característico del recurso a la conjura siniestra.

Sánchez y los suyos se han metido en el búnker. Igual que los podemitas. Dicen que todo lo malo que les pasa es por contubernios de los poderosos y los medios de comunicación. Creen que sus votantes los abandonan no por decepción con su política y su conducta, sino porque Ana Rosa y los tipos de chistera y puro urden y cuentan grandes mentiras que esos pobres idiotas se creen a pies juntillas. Y creen que van a volver si les cuentan estas historias para no dormir. No sólo desprecian al votante contrario. A quién desprecian más es al votante propio.

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