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Fresas con traición

Hay que investigar en profundidad el papel desempeñado por las autoridades de nuestro gobierno en el dudosísimo tema del boicot alemán a las fresas.

Hay que investigar en profundidad el papel desempeñado por las autoridades de nuestro gobierno en el dudosísimo tema del boicot alemán a las fresas.
Cajas de fresas andaluzas | Europa Press

El asunto de las fresas de la corona de Doñana requiere una investigación profundísima.

Siempre me han provocado una sensación parecida al asco las denuncias ecologistas contra España, por parte de ecologistas españoles, ante las supuestas autoridades ambientales europeas. Cuánto complejo y cuánto acomplejado.

Un porcentaje posiblemente alto de estas denuncias proceden de militantes sinceros, tan sinceros como equivocados al creer que las Comisiones Europeas relacionadas con los asuntos de la naturaleza están formadas por arcángeles procedentes de un paraíso natural y no por simples negociantes cuyas escobas barren a favor de sus intereses.

En cualquier caso, las "buenas intenciones" de los denunciantes contra nosotros mismos al "primo de Zumosol europeo" indignan por su peligrosa inocencia y por la falta de patriotismo que destilan desde su complejo de inferioridad; pero si hay complicidad de nuestras autoridades, el asunto se complica sobremanera.

¿Precedentes? "Haberlos, haylos". Por increíble que pueda parecer, todo un ministro como Garzón denunció ante quien quisiera escucharle que España exportaba carne de mala calidad porque el tratamiento de las reses no cumplía los criterios de bienestar animal que el animalismo especista reclamaba y al que sólo le faltaba encontrar como pregonero a un alienado revestido de autoridad para arremeter contra nuestros ganaderos.

¿Hay quién dé más? Posiblemente sí. Podemos averiguarlo, investigando hasta la saciedad el recientísimo asunto de las fresas onubenses.

Veinte años de gestión socialista no han conseguido ni estabilizar los ecosistemas de los Parques Natural y Nacional de Doñana, ni atender las necesidades económicas, acuciantes, de la sufrida población del entorno.

Ahora, en pleno derrumbe socialista, todos se acuerdan de los patos de Doñana, de la sequía en la marisma y de las fresas. También se acuerdan de Doñana, y más de sus fresas que de sus patos, algunos sindicalistas alemanes que pretenden boicotear las que exportamos, en favor de su producción propia.

Hablemos un momento de las fresas

Vamos a apartarnos un momento de la política para justificar nuestra inclusión en el apartado de Tecnociencia de Libertad Digital recreándonos en las curiosidades botánicas de la fresa. ¿Qué son las fresas? ¿Simplemente unos frutos?

Desde el punto de vista botánico las fresas no son frutas, sino infrutescencias, es decir, cada fresa es en realidad un conjunto de frutas diminutas. Cada punto duro que encontramos incluidos en la masa carnosa y roja, es un fruto seco comparable a una diminuta pipa de girasol, al que denominamos "aquenio".

Antes de madurar la fresa, un conjunto de aquenios, o si quiere "pipas", se agrupan sobre la base de la inflorescencia original (la inflorescencia es un conjunto de flores unidas, cada una de las cuales habrá producido un pequeño fruto).

Ahora viene el milagro botánico de la maduración: esta viene determinada por la producción de una hormona vegetal que hace crecer la base floral haciéndola carnosa y tiñéndola de rojo intenso, de manera que un conjunto de pequeños frutos secos se convierte en un espectacular fruto carnoso: compuesto, comestible y delicioso, cuya maduración requiere como podemos imaginar ingente cantidad de agua. Los botánicos le dan al tipo de fruta al que pertenece la fresa el nombre de "eterio", que es en definitiva un conjunto de aquenios sometido a maduración hormonal.

Efectivamente el cultivo de la fresa requiere agua en abundancia, y es necesario facilitársela de acuerdo con modernos sistemas de gestión de ahorro del preciado líquido.

Volvamos al terreno político

Que la fuerte competencia que despierta la comercialización de la fresa en el marco europeo motive campañas e incluso boicots en el terreno internacional es comprensible, pero que tales movimientos competitivos desde el punto de vista comercial pretendan apoyarse en la defensa de la naturaleza, en este caso en los patos de Doñana, es sencillamente repugnante.

Porque la defensa de la naturaleza debe ser limpia y objetiva y así lo fue durante mucho tiempo, antes de que el ecologismo político militante la prostituyera de la manera que ahora padecemos.

Necesitamos saber muchas cosas sobre los precedentes y la evolución de la "guerra de las fresas" establecida por los sindicalistas alemanes contra los cultivadores españoles, por más señas andaluces. ¿Fueron antes las campañas sindicalistas germanas, o hubo denuncias previas por parte del "ecologismo político español" con inconfesados objetivos electoralistas?

¿Cuál fue la postura del Ministerio de Transición Ecológica español ante el anuncio del boicot a la importación de fresas españolas? ¿Informó a la Comisión Europea de lo que se estaba organizando, como era su obligación según la legislación vigente en el territorio de dicha unión?

¿Cómo se incubó la vergonzosa y vergonzante visita de un grupo de supuestos inspectores alemanes a nuestras instalaciones de cultivo andaluzas? ¿Quién propició esta visita? ¿Quién recibió a unos inspectores europeos cuyo viaje fue afortunadamente abortado por el Gobierno alemán antes de que tuvieran tiempo de hartarse de manzanilla y langostinos?

La amenaza de la visita del "inspector jefe europeo" no es nueva. Ya en tiempos relativamente recientes tuvo precedentes en los "asesores" que pretendían el suicidio de nuestros olivares en aras del cultivo de girasol. Ya nos vamos conociendo.

En definitiva, es necesario aclarar el papel desempeñado por las autoridades ambientales de nuestro gobierno en el dudosísimo tema del boicot alemán a las fresas. No sólo por un tema de gestión económica, sino hasta por patriotismo. Parece increíble que haya sido el Gobierno alemán quien ha dado marcha atrás en la visita de los inspectores en lugar del español, que no había puesto el grito en el cielo.

¿Y si vuelven los inspectores?

Es posible que por parte de políticos y sindicalistas alemanes se respete el periodo electoral español inminente pero… ¿y si la situación se repitiera en un futuro más o menos próximo aprovechando nuestros eternos complejos de inferioridad?

Sería necesaria en tal caso la intervención esmerada de los alcaldes de aquellos pueblos por donde los inspectores europeos fueran a pasar: con la dedicación del famosísimo prócer del Villar del Río berlanguiano, recordando la genial película, deben mantener limpios y provistos de agua fresquita, bien fresquita, los pilones de las plazas de sus respectivos pueblos; a los inspectores podría apetecerles un buen bañito, y seguro que muchos mozos estarían encantados en facilitarles sus abluciones.

¡Cuándo superaremos nuestros complejos!

Miguel del Pino, biólogo y catedrático de Ciencias Naturales.

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