
Un análisis superficial de lo ocurrido en Extremadura concluye que se ha impuesto la estupidez a la maldad. Vale. Pero, la estupidez ¿de quién? Es difícil saber si lo determinante fueron las líneas rojas (valga la redundancia) que la líder del PP extremeño ha hecho suyas o si fue más bien culpa del celo con el que Buxadé ejerce su nuevo puesto de guarda de las esencias del nacional-catolicismo. Es ésta una cuestión importante en las cúpulas de los partidos de la derecha porque, de que el electorado liberal-conservador crea una cosa u otra, dependerá que resulte más castigado en las urnas uno u otro partido. A quienes desde nuestra simpleza no nos importa cómo se repartan los votos, sino que sumados basten para deshacernos del sanchismo, nos da igual porque en cualquier caso el proyecto queda dañado quién sabe si de forma decisiva. Así que, en esto de Extremadura, tonta ella y tonto él mientras Sánchez descorcha champán del bueno para celebrar que estos inútiles le han arrebatado al tito Berni y a sus amiguitas la primera página de los periódicos.
Pero, ¿de verdad son tan tontos? En el caso de Vox, la iracunda intransigencia coincide con la purga que padece la dirección del partido. La masacre tiene por objetivo liquidar toda adherencia liberal en la organización para que ésta pueda centrarse en conseguir el que es el objetivo primordial para los militantes que pertenecen al Opus, la subordinación del ordenamiento jurídico español a la moral católica. Que Guardiola sea partidaria del derecho al aborto o de algunas políticas del ministerio podemita de Igualdad hace imposible el acuerdo con ella. Si la presidenta del PP extremeño hubiera aceptado dar al partido verde la vicepresidencia del Gobierno y las dos consejerías que le pedían, Buxadé habría planteado ulteriores exigencias hasta hacer descarrilar el acuerdo.
Por su parte, Guardiola, elegida por Casado y por Teodoro García Egea para dirigir el PP extremeño, está tratando consciente o inconscientemente de desacreditar ante el electorado la posibilidad de un Gobierno de coalición PP-Vox para después de las elecciones generales. En eso coincide con el PSOE, que ya no tiene otra estrategia que afearle a Feijóo su disposición a echarse en brazos de la extrema derecha. ¿Pueden Casado y Egea volver si Feijóo no alcanza La Moncloa? Lo más probable es que no. Pero lo que es seguro es que no podrán hacerlo si Feijóo gana. En cambio, si pierde y encima parece que lo ha hecho por haberse escorado excesivamente a la derecha, todo será posible.
En los dos partidos, hay un mal de origen muy similar. Santiago Abascal se ha dejado dominar por fuerzas que campan a sus anchas, quizá porque pagan y por eso mandan. Y Feijóo no ha sabido imponer su autoridad y ha conservado barones regionales elegidos por otros y que naturalmente le son leales a esos otros y no a él. A los dos les ha faltado imponer su autoridad. Ahora ya es, lamentablemente para los españoles, demasiado tarde. Dicho de otro modo, parte del PP, casi todo lo que queda de Vox y por supuesto el PSOE quieren que pierda Feijóo. Todos juntos podrían conseguirlo.
