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Sánchez, "ese personaje"

Sánchez es un político malo, pero disfrazado de bueno es ridículo. Esto es muy sabido por las personas más decentes del país.

Sánchez es un político malo, pero disfrazado de bueno es ridículo. Esto es muy sabido por las personas más decentes del país.
Pedro Sánchez. | Cordon Press

Un hombre medio, suave de formas y correcto en su vestimenta es un peligro para toda España, según el Presidente del Gobierno de nuestra débil democracia.¡Cuidado! No se tomen a risa la cosa. Un funcionario de un partido político, vestido con pantalón blanco y polo azul marino, apoyado en fuerzas ocultas del tradicionalismo gallego, persigue a un hombre corpulento y poderoso. ¡Pobre! Cuesta imaginarlo, pero así se ha presentado el señor Sánchez en un programa de televisión. Cuando un poderoso dice sentirse perseguido, échense a temblar. Es instructiva la entrevista de Ana Rosa Quintana a Sánchez. Debería estudiarse en las Facultades de Filosofía. Es toda una clase de genealogía de la moral. El asceta Sánchez se siente acosado por todas partes, incluso el hombre que le suplica gobernar con su abstención, el buen funcionario de un partido conservador, se ha pasado al bando de los perseguidores, porque le ha llamado "ese personaje". ¡El terrible insulto ha herido la sensibilidad del hombre más bueno de España! De risa.

Llora Sánchez, como una Magdalena secularizada, a todas horas, porque es perseguido por la derecha, la ultraderecha y el hombre del pantalón blanco y polo azul. ¡Qué cara más dura! Y, además, trata a la presentadora como una "gili". Ana Rosa Quintana le insistía en que desmintiese su objetiva descripción de algunas de las barbaridades cometidas por su gobierno, pero Sánchez le recriminaba que eso eran "sus opiniones". Farsante. Su impostura al hablar resultaba insoportable por el latiguillo que usaba contra la inteligencia media de los españoles: "yo respeto todas las opiniones". Al utilizar ese lugar común, muy propio de ámbitos públicos dominado por la incultura de masas, estaba mintiendo por partida doble: primero, porque no eran opiniones de la entrevistadora, sino sencillas evocaciones de hechos contrastables por cualquier persona mínimamente informada; y, en segundo lugar, porque la opiniones, suponiendo que lo fueran, se discuten por respeto a la persona que las mantiene. Sí, sí, se respeta a la persona y se debaten sus pareceres.

Sánchez es un político malo, pero disfrazado de bueno es ridículo. Esto es muy sabido por las personas más decentes del país. No es una cuestión ideológica ni siquiera política. Se trata de un problema moral. Hay que ser muy desvergonzado para presentarse como víctima. Desconozco el origen del mal de Pedro Sánchez, pero conozco muy bien el daño que me provoca "este personaje" obligándome a votar el 23 de julio. Nos acordaremos de la fecha para los restos de nuestras vidas. Será tan famosa como el viaje que inició Felipe González, cuando otro 23 de julio —¿ o quizá era el 25, día de Santiago Apostol?—, de 1985, se subió o zarpó, o como se diga, al yate Azor, símbolo del régimen anterior, para navegar por aguas de España, aunque unos días antes había pactado con Fraga Iribarne no hablar del franquismo. Los socialistas siempre dando la nota. Enseñando sus reales. Se gustan haciendo ostentación de poder. Ahora Sánchez nos chulea con el Falcón y las elecciones en plena canícula, sí, de modo parecido a como antes lo hacia González con el Azor…

Y es que la escuela de líderes socialistas es amplia y variada, pero siempre marca de modo unidimensional la dirección a sus votantes. No son elites dirigidas y controladas por los ciudadanos, como mandan los cánones de las democracias avanzadas, sino jefes cuasi tribales que dirigen manadas y masas de gentío. No hablan para debatir, persuadir y convencer, sino que predican para públicos poco inteligentes. Pero, mira por donde, el otro día había una periodista decente preguntando y le demostró con facilidad que es un mentiroso patológico. Hizo el ridículo, entre otros motivos, porque un verdugo, después de cinco años persiguiéndonos a todas horas y con cualquier pretexto, no puede presentarse como víctima. Eso requiere mucha inteligencia y mejores asesores. El victimismo de Sánchez es de libro. El torturador se hace pasar por víctima. Están muy estudiados estos casos de conducta desviada por los médicos, psiquiatras y psicólogos sociales. No nos queda otro remedio que el psicoanálisis: alguien que se presenta como víctima, después de cinco años persiguiéndonos con prohibiciones constantes y "normativas" represoras, tiene que visitar al médico y hacérselo tratar. Y, de paso, prescinda de los mil asesores que le han aconsejado hacerse la víctima, nada más y nada menos, a quien ha pactado con los criminales de ETA y ha sacado de la cárcel a los golpistas catalanes.

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