
Cuando el desprestigio profesional, y estoy pensando en el inefable Tezanos, posee como contrapartida el ganar mucho dinero, bueno, es algo que humanamente se puede llegar a entender. Porque la gente tiene que pagar la hipoteca y el colegio de los niños, y no todo el mundo nace con la suficiente integridad como para jamás salpicarse de mierda con tal de salir adelante en la vida. Pero cuando alguien emborrona su currículum a cambio de nada, que no otro resulta ser el caso que nos ocupa, la cosa ya resulta mucho menos inteligible. A cambio de nada, sí, pues, a fin de cuentas, Tezanos era un profesional de la Sociología con una trayectoria académica más que destacable antes de asumir la responsabilidad de dirigir el CIS.
Añádase a ello que, por una simple cuestión de edad, sus expectativas futuras de promoción una vez abandonado ese empleo necesariamente tenían que ser muy limitadas en el instante de aceptar el compromiso de ocupar el cargo. Así las cosas, no hubiera perdido nada, todo lo contrario, limitándose a realizar un desempeño serio, objetivo y riguroso de la tarea que se le encomendó. De ahí que resulte tan incomprensible en el fondo lo que se ha dedicado a hacer con el CIS durante todo el tiempo que lo ha usufructuado.
Y conste que no le estoy criticando a Tezanos que haya manipulado de modo sistemático los pronósticos de los sondeos oficiales, forzando un descarado sesgo crónico a favor del PSOE que, para supremo escarnio, se le acaba de afear desde las mismísimas páginas del diario El País. Confesaré al respecto que ya soy lo bastante cínico a estas alturas como para no asustarme por esos asuntos. Porque la peor crítica que merece el proceder profesional de Tezanos no apela a cuestiones de orden ético y moral, negociado del que prefiero que se ocupen los curas, sino a graves pecados mortales de dimensión única y exclusivamente política. Y es que lo más grave remite a que todo lo mangoneado no habrá servido para nada, para absolutamente nada. Y Tezanos, que no es ningún tonto, lo sabe.
