La campaña victimista de Sánchez en los medios que desprecia y a cuyos periodistas insulta es de un patetismo atroz, impropio de un presidente del Gobierno, que solo se explica por la soberbia enfermiza del personaje y su desesperación al ver que su salida del palacio de La Moncloa está cada vez más próxima. En esta campaña de amenazas a la prensa libre, rasgo presente en los políticos de vocación totalitaria, Sánchez cuenta con el apoyo de la ultraizquierda aglutinada en torno a Yolanda Díaz, admiradora a su vez de los tiranos más siniestros del planeta, que también desea una sociedad sin voces discrepantes. La novedad semanal en este proceso de degradación acelerada de la izquierda española es el ataque a las empresas demoscópicas, culpables según el PSOE de no imitar las trampas metodológicas del CIS dirigido por el inefable Tezanos, uno de los lacayos sanchistas más exaltados.
La primera intentona de amordazar a las empresas de opinión fue la denuncia del PSOE ante la Junta Electoral contra los institutos sociológicos más representativos, a los que acusó de omitir datos de los sondeos sobre intención de voto que, según los socialistas, son de obligada publicación. Como era de esperar, la denuncia quedó en nada, pero el archivo de esa iniciativa surrealista no puede hacernos olvidar el hecho de que los socialistas están dispuestos a todo, incluso a dudar de la limpieza de los procesos electorales para justificar su salida del poder por medios espurios y alimentar el odio de sus bases contra la derecha si finalmente se hace con el poder.
Cegada esa vía, el PSOE ha utilizado su propia web para arremeter con nombres y apellidos contra el responsable de GAD3, una de las empresas más certeras a la hora de pronosticar resultados electorales, al que acusa de trucar las encuestas en contra de Sánchez. Una de las presuntas pruebas de esta manipulación, según los socialistas, es que en la calle se palpa un apoyo creciente al PSOE, tal vez el argumento más delirante esgrimido en la reciente política española, porque basta comprobar cómo trata esa misma calle a Sánchez cada vez que hace su aparición para comprobar el rechazo abrumador que suscita entre los votantes.
Pero lo que opinen los socialistas de los sondeos electorales debería ser un hecho irrelevante en un sistema democrático, puesto que la existencia de encuestas de opinión es característico de las sociedades libres y, además, es el veredicto de las urnas el que decide si hay un cambio de gobierno. Lo preocupante es que un partido en el poder se permita amenazar a las empresas que no obedecen sus deseos como hace el CIS, cuyas encuestas son espantajos risibles cada vez más alejados de la realidad, que solo sirven de alimento a la triste campaña Sánchez para mantenerse en el poder.

