
Fue lo que más gusta siempre a las claques: una agarrada de cuñados después del segundo carajillo de anís. Con la inestimable ayuda de los autodenominados "moderadores" de Antena 3, el pretendido debate presidencial se convirtió, y ya desde el minuto cero, en un muy logrado sucedáneo de esas tertulias nocturnas de la telebasura en las que, entre berridos tabernarios y ocasionales amagos de tirarse de los pelos por parte de las marujas con mayor predicamento popular y caché mediático, la cadena consigue el minuto de oro publicitario justo en el instante en que más arrecia la lluvia de boñigas de vaca entre los contendientes. "Usted gobierna con la ETA". "Que no". " Que sí". "Pues usted quiere meter a los fachas en La Moncloa". "Que no". "Que sí". Y así una hora.
Por lo demás, ganó Feijóo, juicio en el que coinciden todos los observadores periodísticos que todavía gastan un mínimo de honestidad intelectual en el ejercicio de su oficio. A Feijóo lo han infravalorado desde el principio porque en la pomada alguien decidió que era un provinciano de Orense que venía de gestionar la cuota láctea en Os Peares. Un tipo que lleva cuarenta años ocupando altos cargos en la cúpula de la administración pública de la cuarta economía del euro, les parece un paisano de Orense. Si fuese catalán, se habrían derretido de admiración, pero, qué le vamos a hacer, resulta que es de Orense.
En fin, los zapadores han hecho su trabajo y a estas horas están definitivamente dinamitados todos los puentes entre los dos grandes partidos del sistema. El panorama, en consecuencia, se simplifica: o mayoría absoluta de las dos derechas, escenario que sigue resultando improbable pese a todo, o repetición electoral, puesto que la remontada de Pedro se acaba de revelar un espejismo voluntarista sin fundamento. Un espejismo tan voluntarista y tan sin fundamento como esa otra fantasía que comparte hoy la derecha: la de un segundo golpe de Estado interno contra Sánchez en Ferraz liderado por octogenarios de la época de María Castaña, esto es, por Felipe y compañía. Qué ful es Pedro, por cierto.
