
Cinco años dan para mucho, sobre todo si te ha tocado vivir un desastre histórico como el Gobierno social-comunista dirigido por Pedro Sánchez. También ha habido cuestiones menores como la pandemia mundial, una erupción volcánica y una guerra a las puertas de Europa, pero eso son castigos de la Providencia contra los que nada puede hacer uno; lo de Sánchez y su banda fue por sufragio universal, que es como si el pueblo soberano se hubiera echado a las calles a pedir un castigo divino. Ha pasado lo que tenía que pasar.
Pero todo termina en este mundo, incluso la presidencia de Sánchez, que a muchos se nos ha hecho eterna. El tipo sigue confiado en que habrá un vuelco electoral respecto a lo que indican todas las encuestas (salvo las de Tezanos, claro) y no seremos nosotros quienes le quitemos la ilusión. Sus posibilidades de seguir empotrado en el Falcon pasan por que la suma del PSOE con los 25 partidos minoritarios que entrarán en el congreso le permita alcanzar la mayoría absoluta, objetivo poco probable para un político responsable pero perfectamente factible para un personaje como Sánchez, capaz de ir a una moción de censura con 84 diputados y, joder, ganarla. Poca broma.
No parece, sin embargo, que estén las cosas como para que Sánchez vuelva a imponerse en las urnas. En estos momentos, la verdadera incógnita es saber si Feijóo necesitará o no a Vox para gobernar. Lo de hacerlo con el beneplácito del PSOE bueno, el que no es de Sánchez, es fruto de la ingenuidad enternecedora que adorna a los candidatos del PP cuando les entra el vértigo de gobernar para la gente que les ha votado y no al socaire de lo que dicen los medios izquierdistas, como manda la tradición. La única socialdemocracia moderada es la que lidera Feijóo, como es bien sabido, porque el PSOE se fue con Zapatero a Caracas y todavía no ha vuelto de allí.
Con mayoría absoluta o con gobierno de coalición, este domingo se pondrá fin muy probablemente al sanchismo en España, un momento solemne que deberíamos valorar como se merece. En tal caso, sería bueno que la izquierda aceptara el resultado de las urnas y no se lanzara a quemar contenedores o a rodear parlamentos como nos tiene acostumbrados. No conseguirá nada, claro, pero la imagen de España se resentiría ya desde antes de comenzar la legislatura y no es que Sánchez y su tropa la hayan dejado muy arriba, que digamos.
Pero, queridos sanchistas, esto no es el fin del mundo. En cuatro años tendréis una nueva oportunidad. Mientras tanto, dejad las calles tranquilas y dedicaos a recorrer nuevas rutas senderistas, cocinar ricas recetas veganas, buscar en Amazon los mejores patinetes eléctricos y hacer bastantes cursos de igualdad. España os lo agradecerá.
