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Los recortes de la UE que Sánchez no va a hacer

Sánchez tratará de endosar los esfuerzos de austeridad a las autonomías e inflará la previsión de crecimiento económico con el fin de ganar tiempo.

Una vez superada la pandemia vírica y recuperados los niveles de riqueza anteriores a 2020 en la práctica totalidad de los países miembros de la UE (España es, gracias al Gobierno socialcomunista, una excepción), Bruselas se prepara para recuperar los principios fiscales que obligan a los estados miembros a mantener una sana disciplina presupuestaria en aras de la estabilidad. Dichas reglas, como es conocido, se basan fundamentalmente en la obligación de no superar el 3% de déficit anual respecto al PIB y mantener la deuda pública por debajo del 60%. Ambos objetivos están muy lejos de la situación en que Sánchez y sus socios han dejado a la economía española tras una legislatura calamitosa.

Al cierre del ejercicio 2022, España tenía un endeudamiento público del 113% del PIB y nada menos que un 4,8% de déficit, más de un 50% por encima de lo que va a exigir la UE en 2024. Ese es el resultado de una política fuertemente intervencionista, que ha disparado el gasto público aprovechando la ausencia de límites comunitarios tras el estallido de la pandemia en 2020, y ha provocado un descuadre profundo de las cuentas públicas que, reinstaurados los controles europeos, obligará al Gobierno a realizar intensos recortes del gasto a partir del año que viene.

Todo hace indicar que el Ejecutivo que finalmente llegue al poder tendrá que realizar recortes de hasta 30.000 millones de euros anuales, un esfuerzo importante para devolver a la economía española a la fecunda senda de la austeridad, que ni Sánchez ni sus socios, desde luego, están dispuestos a realizar.

El trilerismo de Sánchez con las cuentas públicas es una de sus principales señas de identidad. En España lo vemos claramente con su manera de falsear las cifras de empleo y de mentir respecto a la inflación. Si sigue en el Gobierno le tocará tratar de engañar también a las autoridades de Bruselas, para sortear las fuertes limitaciones a la expansión del gasto público que entrarán en vigor a partir del año próximo.

Sánchez tratará de endosar los esfuerzos de austeridad a las autonomías y jugará con inflar la previsión de ingresos o de crecimiento económico con el fin de ganar tiempo. Cualquier cosa antes que implantar la necesaria disciplina presupuestaria para controlar el déficit y la subida galopante del endeudamiento público, las dos principales losas que lastran nuestra economía y obligan a ciudadanos y empresas a un esfuerzo añadido para que Sánchez y sus socios puedan seguir gastando a placer.

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