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Tezanos y el estado de la democracia

El sondeo con 27.000 entrevistas que ha presentado ahora Tezanos es probablemente lo más grave que ha ocurrido en la institución en los últimos años.

El sondeo que ha publicado este jueves el CIS es un escándalo aún mayor de los que venía protagonizando el organismo presidido por José Félix Tezanos desde que el socialista, en aquellos tiempos miembro de la ejecutiva del partido, fue nombrado por Pedro Sánchez.

Ya entonces se consideró un nombramiento polémico, pero nada hacía presagiar las cuotas de descrédito en las que Tezanos y la estrategia de tierra quemada del PSOE sumirían a una institución que era criticada como otras muchas, pero por la que se tenía un cierto respeto más allá de que muchos pensásemos que un organismo público que hace lo mismo que las empresas privadas, pero normalmente a un coste mucho más alto, no tiene ningún sentido.

Desde entonces el PSOE ha usado el CIS que pagamos entre todos los españoles como un gabinete particular a su servicio. De forma sistemática las encuestas que presentaba Tezanos eran una farsa manipulada para influir en la opinión pública en lugar de estudiarla, sus fracasos han sido tantos y tan sonoros que cada nuevo barómetro era tomado a modo de chirigota e incluso en estas últimas elecciones en las que prácticamente todas las demás encuestas han fallado, el CIS ha logrado equivocarse de forma grosera una vez más.

Pero el sondeo con 27.000 entrevistas que ha presentado ahora Tezanos es probablemente lo más grave que ha ocurrido en la institución en los últimos años: una macroencuesta enorme –tres veces la que hizo para publicar antes del 23J– y por lo tanto carísima, para obtener una información electoral que no podía ser publicada en el único momento en el que tenía sentido: antes de la votación.

Una encuesta que no se había hecho nunca –por algo será– pero que ahora se ha desarrollado completamente a lo grande y que, según el propio CIS, pretendía cubrir el "hueco de información" que se produce esos días. Pero en realidad tal hueco no existe: también hay empresas privadas que hacen encuestas en esos momentos, aunque no las publiquen por imperativo legal y, además, cualquiera que hubiese querido los datos los habría podido recopilar sin necesidad de tirar del presupuesto público.

Incluso si miramos el asunto con la más bienintencionada de las voluntades sólo hay una posible lectura: esos datos fueron entregados a alguien que jugó así con ventaja en los últimos días antes de las elecciones y lo hizo con nuestro dinero. ¿A quién? Es obvio: a aquellos a los que Tezanos presta obediencia perruna desde que fue nombrado.

Y para ello ni siquiera habría incumplido la ley, pues la LOREG prevé que si un organismo público hace encuestas esos días las entregue a los partidos que lo soliciten. No, Tezanos no incumplió la ley pero fiel al estilo de Sánchez y al suyo propio la ha retorcido hasta volverla irreconocible.

Probablemente sería excesivo llamar a esto fraude electoral, sobre todo por las connotaciones absolutas que esas palabras tienen para todos, pero lo que ha sido sin duda es un ejemplo más del fraude institucional permanente en el que Pedro Sánchez ha instalado a la democracia española, pervirtiendo el sentido y los valores de todo aquello que queda a su alcance para lograr un único objetivo: su propio beneficio.

Lo peor de todo, quizá, es pensar que si en estos cinco años de sanchismo la democracia y sus instituciones están tan deterioradas, solo Dios sabe lo que puede ocurrir con una legislatura más del PSOE en el poder.

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