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Javier Arias Borque

El derrumbe del castillo de naipes de Níger, nueva amenaza en la frontera avanzada de España

Moscú sabe exprimir su maquinaria de desinformación para llevar a su redil a muchos países africanos. Pincha en las viejas heridas de la colonización.

Moscú sabe exprimir su maquinaria de desinformación para llevar a su redil a muchos países africanos. Pincha en las viejas heridas de la colonización.
Banderas rusas en apoyo a los militares golpistas en Niamey, la capital de Niger. | EFE

Madrid fue el escenario hace poco más de un año de una cumbre clave para la OTAN. Tocaba definir la brújula estratégica, un documento del más alto nivel en el que quedan definidos por escrito los principales retos, amenazas, objetivos y escenarios estratégicos a los que se van a enfrentar los países miembros de la Alianza Atlántica en las siguientes décadas. Un escrito fundamental que miró hacia África por primera vez en su historia.

Ése era uno de los objetivos fundamentales del Gobierno de España, pero también de Francia e Italia, dos países con un enorme peso e influencia en la organización supranacional. Este trío europeo coincide en buena parte de su mirada estratégica hacia África, ya sea por cuestiones geográficas o históricas, al situar su frontera avanzada en pleno Sahel, una de las regiones más inestables del planeta.

Pero, ¿qué significa eso de la frontera avanzada? Que los países no se ven afectados únicamente por los acontecimientos que desestabilizan a sus países fronterizos, sino también por los acontecimientos que desestabilizan a los vecinos de tus vecinos, porque eso termina afectando a tu vecino y, por consiguiente, a ti después. Se trata de adelantarse a los sucesos para no sufrir las consecuencias en carnes propias.

En el caso español, hay que tener en cuenta que España es el único país europeo con frontera terrestre en suelo africano (Ceuta y Melilla), el único cuyas costas pueden ser divisadas por un africano desde cómodos miradores en el continente negro, y el más expuesto junto a Italia a las posibles olas migratorias incontroladas que surgen de cuando en cuando desde las costas norteafricanas, en las que más de una vez se ha colado ya algún terrorista yihadista.

La OTAN no es la única que ha situado el denominado flanco sur africano en su punto de mira. De manera individual, tanto España como Francia, como la Unión Europea en su conjunto, lo llevan haciendo desde hace más de una década, porque el Sahel africano se ha convertido en este tiempo en un hervidero de grupos yihadistas, mafias con beneficios millonarios gracias al control del tránsito migratorio ilegal y de grupos criminales de todo tipo.

La Unión Europa, Francia y España han mantenido importantes misiones militares durante los últimos años tanto en la región del Sahel como en África central. De hecho, las Fuerzas Armadas españolas llegaron a tener en el periodo 2016-2020 a un tercio de todos sus militares desplegados en el exterior en suelo africano. Pero la realidad es que estas misiones no han conseguido dar los resultados esperados.

Uno de los grandes problemas que han encontrado España y el resto de países europeos es que han tratado de implementar cambios de calado que no dan resultados inmediatos. Han ofrecido programas de fortalecimiento para los ejércitos africanos; consejos sobre la modernización de sus Ejércitos, pero no armas; y todo ello con obligaciones de respeto a los derechos humanos que resultan muy engorrosos para muchos dirigentes africanos.

En un continente donde la paciencia política es limitada, el hecho de que los resultados no hayan cristalizado rápidamente ha provocado o bien la caída de los gobiernos que colaboraban con Occidente a través de golpes de Estado (Mali o Burkina Faso) o el giro total de los gobiernos para entregarse a las manos de Rusia (República Centroafricana), un paso que también han terminado dando las juntas militares que controlan Malí y Burkina Faso.

Rusia oferta asesoramiento militar, armamento barato de casi todos los tipos e, incluso, ejércitos privados para todo lo que necesite el país contratista. Es por ello que los mercenarios de Wagner operan desde hace unos años en RCA y Malí y se rumorea que está ya en suelo burkinés. Y todo ello sin el engorroso respeto a los derechos humanos que exigen los países occidentales.

De hecho, Moscú está sabiendo exprimir a la perfección su maquinaria de desinformación para llevar a su redil a muchos países africanos. Pincha en las viejas heridas de la colonización y les ofrece un paquete de apoyo político-militar alejado de una ayuda occidental que el Kremlin dibuja como la continuidad del colonialismo de la vieja metrópoli. Rusia explota las debilidades europeas para agitar el avispero en la frontera avanzada de tres países de la UE y la OTAN.

Níger era hasta hace una semana el gran aliado de Occidente en la lucha contra el terrorismo yihadista y el crimen organizado en el Sahel. En este país hay bases militares de Francia (con unos 1.500 efectivos) y de Estados Unidos. Las relaciones con Occidente no están todavía totalmente rotas, pero todo puede pasar en las próximas semanas, en las que la Junta Militar, con sólo una semana en el poder, ya ha hecho sus primeros acercamientos hacia Moscú.

De hecho, en las primeras manifestaciones que se han podido ver en Niamey —la capital nigerina— en apoyo a las nuevas autoridades golpistas se han visto banderas rusas. Los colores nacionales de Rusia son ya en buena parte del continente africado un símbolo del rechazo a Occidente.

La Comunidad Económica de los Estados de África Occidental, un grupo regional que trata de imitar (con muchísima distancia) a la UE, en cuanto a libre mercado e integración económica, dio el domingo un ultimátum a la Junta Militar para que restaure al presidente y ha amenazado con una intervención militar en el país. El plazo es de una semana. Nigeria y Chad lideran esa dura advertencia.

¿Vamos a ver una nueva guerra en África? Pues a partir de este domingo lo sabremos, que es cuando acaba el ultimátum, pero dispuestos a apoyar militarmente a Níger hay al menos otros dos países de esta organización que han sufrido involuciones similares en los últimos años y que se han mostrado tajantes en este asunto: Malí y Burkina Faso. Dos de los países que cristalizan ahora misma la nueva influencia rusa en el Sahel.

Pase lo que pase, el avispero sigue agitado en la frontera avanzada de España. El Sahel se sigue desestabilizando a pasos agigantados mientras Rusia se mete de lleno en el patio trasero europeo para tratar de complicar la situación. Al sur de Europa, España incluida, le toca enderezar la situación.

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