
Naturalmente, a los progresistas les gusta tomarse las vacaciones en agosto. Lo de que Madrid, en agosto, con dinero y sin familia es Baden-Baden es cosa de aristócratas y conservadores. De forma que lo verdaderamente socialista es veranear en agosto y dejar que los Rodríguez ultraconservadores, que es una redundancia porque si se es conservador se es necesariamente ultra, se queden en Madrid pasando calor. Bien merecido lo tienen. ¿No niegan el cambio climático? Pues que se achicharren en la sartén de la Guindalera. Y eso es lo que ha hecho Pumpido en el Tribunal Constitucional. Los progresistas son nada menos que siete frente a sólo cuatro conservadores. Pero, para quedarse de guardia durante la primera quincena de agosto, el comisario Pumpido ha elegido a dos conservadores, la mitad de los que hay, y sólo a una progresista. Naturalmente, la sanchista a la que le ha tocado la china es la más joven de los tres novatos que llegaron hace ocho meses. Los otros seis a la playa, como buenos izquierdistas.
¿Y qué ha pasado? Pues que los dos conservadores que se han quedado castigados en Madrid le han montado una de las de no te menees al pobre Pumpido, que ni un minuto le dejan para mojarse el trasero en la orilla. Van los muy cobardes y, abusando de la mayoría de la que disfrutan en la Sala de Vacaciones, han decidido inadmitir un recurso del nuevo amo del cotarro, el señor de Waterloo, estatúder de los Països Catalans, miembro fundador de la muy ilustre orden de la Fregona de Oro, protector de todos los perseguidos por la justicia española, martillo de unionistas, constitucionalistas y españolistas. Al nuevo patrón de la masía que hoy es España no le puede toser nadie, y menos el Tribunal Constitucional, al que el propio Puigdemont emplazó para que se sometiera si Pumpido quería ver a su señorito investido como presidente del Gobierno.
Así que, ni veranear puede el infortunado presidente del Constitucional. La derecha es tan cruel, tan inclemente, tan atroz, tan desalmada, tan lacerante que, apenas se ha dado la vuelta, los magistrados conservadores se han amotinado. A este paso no va a poder el infeliz de Pumpido terminar Los disfraces del fascismo, del maestro Garzón, un libro que todo magistrado progresista debería leer para aprender a identificar en qué leyes, detrás de qué resoluciones, bajo qué togas se esconde el fascismo. Claro que Pumpido no lo necesita porque él ya sabe dónde está el fascismo. Hoy, mejor que ayer. Pero siempre se aprende algo de un compañero de fatigas en la penosa aplicación torcida del Derecho y en la esforzada interpretación escorada de la norma. Y ahora, el mísero, sin oportunidad de descanso por los cientos de llamadas al móvil, lamenta el imperdonable error de haber dejado en mayoría a dos conservadores en la Sala de Vacaciones para que se la armen como se la han armado. ¿Es tolerable inadmitir a trámite un recurso de Puigdemont? ¿No es fascismo oponerse llanamente a sus deseos? ¿No han aprendido estos fascistas a que el independentismo catalán tiene privilegios intangibles que un agudo jurista ha de saber extraer de las leyes, aunque éstas aparentemente no los reconozcan? Dura vida la del magistrado progresista a quien los conservadores no dejan ni veranear. ¡Maldita derecha judicial!
