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¿Ciencia política o buen gobierno?

Un presidente de Gobierno no es un ciudadano más. Gobernar una nación no es elegir un modelo más o menos acuñado de ciencia política.

Un presidente de Gobierno no es un ciudadano más. Gobernar una nación no es elegir un modelo más o menos acuñado de ciencia política.
Pedro Sánchez | Cordon Press

Ante la ostentación, si no buscada sí real, de las vacaciones marroquíes, del presidente en funciones, y su familia, en el hotel Mirage de Tánger, se impone una cierta reflexión.

La estancia, se dice, es propia de reyes, príncipes, grandes fortunas, de algún jefe de Estado, y de los presidentes de gobierno del PSOE, pues, además de Sánchez, fueron huéspedes, los presidentes Rodríguez Zapatero y Felipe González.

Nada que objetar a nadie por ello, si pueden pagarlo, a excepción de si se trata del gobernante de un país al que acucian los problemas, no siendo menor, el carecer de gobierno capaz de tomar las decisiones que la nación precise.

Un presidente de Gobierno, no es un ciudadano más. El problema es mayor, si se piensa que, gobernar una nación, no es elegir un modelo más o menos acuñado de ciencia política, por partidarios que tenga.

La reflexión es necesaria, por el peligro de adoptar caminos erróneos. Soy sincero si les digo que yo nunca habría otorgado el título de padre de la Ciencia Política moderna a Nicolás Maquiavelo (1469-1527).

Sus principios no pueden ser constitutivos de ciencia alguna. Así, en El Príncipe, vemos pasajes del siguiente tenor: "El príncipe... ni puede ni debe cumplir la palabra dada si eso le perjudica… // nunca… hubo… hombre que fuera más eficaz en afirmar solemnemente una cosa, manteniéndola con juramento, para después no respetar lo jurado". [El Príncipe. Edit. Planeta, S.A. Barcelona, 1983, pág. 82]. "O, nace… una controversia: si es mejor ser amado que ser temido, o a la inversa. Mi respuesta es que… es mucho más seguro ser temido que amado, si ha de faltar una de ellas...". [misma edición, pág. 78]. Con tales principios, algunos recuerdan al presidente Sánchez, no puede asegurarse un buen gobierno.

Treinta años después, San Juan de Ávila (1500-1569), apodado el Apóstol de Andalucía, dirigirá mensajes –Cartas y Siete Tratados Inéditos–, a príncipes y señores para el buen gobierno.

Lo importante en este caso, es la virtud; mensajes como: "Para ser uno varón perfecto no basta saber el medio con que se viene a la perfección, si no lo pone por obra… // …quien para sí mismo no es justo, no lo será para cuanto toca a los otros; mas no basta ser justo cuanto toca a su sola persona quien tiene cargo de otros...". [Carta 12, A un señor de estos reinos].

También: "Debe… vuestra señoría mirar… que está puesto en alto y que su habla y vestido y costumbres son de todos mirados y de los más son seguidos... // …Ninguna cosa ha de inclinar al que rige para dejar de hacer lo que debe...". [Misma carta 12].

Se trata de una invitación al ascetismo y al deber del gobernante. Éste, desecharía los lujos marroquíes, si pensara que, por no pagar las deudas ejecutivas españolas, dejaba sin escolaridad a unos quinientos estudiantes, de la Escuela Española en Londres, 317-318 Portobello Road (Kensington), embargada por tales impagos.

Es incompatible, en el hombre de bien, disfrutar del lujo, dejando a los escolares en la calle.

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