Tras sus largas vacaciones en Marruecos y Lanzarote, Pedro Sánchez ha vuelto a la actividad política y lo ha hecho sin salirse ni un milímetro de la línea de conducta a la que nos tiene acostumbrados, por ejemplo, por su arrogancia: no ha reconocido su derrota electoral, ha dado por hechos unos pactos que no parecen tan cerca como a él le gustaría y ha presentado como novedad la misma promesa que ya les hizo a los separatistas hace algo más de un año, lo que como era de esperar ha provocado una reacción muy airada desde ERC.
Sánchez sigue practicando la política cortoplacista y de tierra quemada que le ha caracterizado desde que llegase al poder y que de alguna forma parece empezar a hartar a sus socios, aunque los cambalaches parlamentarios puedan todavía permitir al PSOE controlar la presidencia del Congreso, lo que sólo sabremos este jueves al final de la votación.
Como bien señala Isabel Díaz Ayuso este martes, el presidente en funciones ha convertido la política española en un mercadeo en el que no se negocian medidas políticas o presupuestarias, sino cuestiones que pueden ser esenciales para la nación y el orden constitucional. Todo está en venta con tal de que él logre mantener su poder, tal y como ya demostró en la pasada legislatura.
En mitad de ese mercadeo indecente Sánchez está dispuesto a ponerlo todo en juego y a degradarlo todo, incluyendo alguna de las instituciones más importantes del país: no le basta con haber arrasado la Justicia o los entes públicos, y ahora pretende también presionar a la Corona para lograr cerrar el paso a una posible investidura de Alberto Núñez Feijóo.
No hay otra forma de entender su falsa advertencia de este miércoles, cuando le ha dicho al popular que "no es tiempo de presiones al Jefe del Estado" poniendo a Felipe VI bajo la sombra de la duda. Porque la decisión que tome ahora el Rey, que por supuesto conoce mil veces mejor que Sánchez sus atribuciones constitucionales y sabe perfectamente lo que debe hacer, quedará empañada por esta envenenada advertencia.
A nadie se le escapa que Felipe VI se encuentra en una situación compleja, pero si algo ha demostrado nuestro monarca es que precisamente en los momentos más complicados es cuando mejor sabe jugar el importante papel que los españoles dimos a la institución que él representa. En un sentido o en el otro, la decisión del Rey será la correcta y presionarle sin haber ganado las elecciones y sin tener todavía una mayoría parlamentaria garantizada es una infamia propia de un político sin ningún escrúpulo, que es exactamente lo que ha demostrado ser Sánchez ya en más ocasiones de las que nos gusta recordar.
Y es también, conviene señarlo, propio de alguien que, tras esa arrogancia que ya hemos comentado, se muestra nervioso, porque ¿qué problema habría en que Feijóo fuese a una investidura si Sánchez ya tuviese atados sus apoyos y, por tanto, estuviese seguro de su derrota?

