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EDITORIAL

Mientras Sánchez es capaz de todo, la derecha no es capaz de nada

La derecha no es capaz de llegar ni a los acuerdos más básicos mientras las amenazas más serias se ciernen sobre la nación.

Una vez más, lo ocurrido este jueves en el Congreso de los Diputados es profundamente descorazonador para aquellos que estamos preocupados por el futuro de España como nación y que contemplamos, ya casi con angustia, la deriva a la que este país está sometido.

Por un lado está, por supuesto, comprobar de nuevo como Pedro Sánchez es capaz de alcanzar cualquier acuerdo con tal de mantenerse en el poder. Como ya analizábamos en estas mismas páginas este miércoles: los acuerdos parlamentarios ya no se alcanzan alrededor de medidas legislativas que podamos considerar normales, peticiones presupuestarias o la solución alguno de los muchos problemas que los ciudadanos tienen en toda España.

En cambio, los apoyos para cuestiones políticas del corto y el medio plazo se logran a cambio de entregar asuntos esenciales en el largo: por una presidencia del Congreso se rompe la más básica de las lógicas políticas y funcionales con la introducción del uso de las lenguas cooficiales en la Cámara Baja, un despropósito mucho más grave de lo que parece y que es un escalón –y muy importante– en la construcción de ese relato falso de un país compuesto por territorios que no tienen nada que ver entre sí y que no comparten otros vínculos que no sean los supuestamente impuestos desde la política.

Esta concesión de Sánchez y la de una amnistía para los delitos del golpismo, que sin duda va a ser el próximo paso del PSOE y sus socios, son los dos logros en este primer envite de la legislatura de un separatismo que va a seguir subiendo la apuesta y ante unos socialistas que, como vemos, están dispuestos a cualquier cosa. Y cuando decimos cualquier cosa hablamos de aquellas que suponen rupturas que después es casi imposible reparar, como el asunto de las lenguas que les comentábamos o el cada día más probable referéndum mal llamado consultivo, que sería una fractura de consecuencias imprevisibles tanto dentro como fuera de Cataluña.

Y mientras esto ocurre en la izquierda, del otro lado volvemos a encontrarnos con una derecha que no es capaz de llegar ni a los acuerdos más básicos: PP y Vox no han sido capaces ni de actuar con unidad en la votación de la Mesa del Congreso. Es cierto que tras el pacto de Sánchez y Puigdemont ese acuerdo no era relevante, pero sí lo es que una vez más se transmite la sensación de que son un pequeño ejército de Pancho Villa que va cada uno por su lado, mientras las amenazas más serias se ciernen sobre la nación y, que nadie se equivoque, sobre nuestro sistema de libertades y, es obvio, nuestro bienestar.

Si PP y Vox no son capaces ni de transmitir la sensación de que enfrentan juntos esas amenazas, ¿cómo pretenden que el ciudadano medio perciba su gravedad? ¿Cómo vas a decirle a tus votantes que Sánchez está dispuesto a romper España y el régimen democrático si tú mismo no pareces creértelo?

Es cierto que lo que ha ocurrido este jueves no es definitivo ni en uno ni en otro sentido, pero una vez más las señales son terribles y todo parece apuntar que España se va a enfrentar a un momento mucho más que complicado.

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