Por desgracia, escribir sobre un cártel tan despreciable como el que publicita un festival presuntamente musical en Bilbao, con una imagen de Santiago Abascal como si hubiese recibido un tiro en la nuca, es motivo de escándalo, obviamente, pero no de sorpresa: así se las han gastado siempre los etarras y su entorno político y social, que nunca ha dejado de presumir de su violencia ni de usar los asesinatos o las amenazas para sacar rédito político.
Sin embargo, en este momento político resulta especialmente oportuna esta última barbaridad de los cafres que siempre han estado alrededor de lo que hoy en día se llama Bildu y antes ha tenido otros nombres que no llegaban a ocultar su verdadera naturaleza como extensión de una banda terrorista. Especialmente oportuna, decimos, porque no hay mejor recordatorio posible de con quién está dispuesto a pactar Pedro Sánchez, de la altura moral de los socios de un PSOE que, en el colmo de su indecencia, al mismo tiempo que elige como compañeros de viaje a los que amenazan, margina a los amenazados como si tuvieran la peste.
Habrá quién diga que no se pueden sacar tantas conclusiones del cartel de un festival organizado por ignotos colectivos y que no es parte de una fiesta oficial, ese argumento tendría sentido si inmediatamente después de hacerse público el pasquín la condena hubiese sido unánime, algo que ni ha ocurrido ni va a ocurrir: ese tipo de retórica y estética, por llamarlo de algún modo, no sólo no recibe condenas en el País Vasco, sino que ya es casi parte de una tradición. Así de repugnante es el nacionalismo en esa tierra.
Pero la triste realidad es que ni los bildutarras, ni los que recogían las nueces del terrorismo –y que ahora se aprestan a ser ellos los recogidos– han cambiado lo más mínimo: antes mataban los primeros y miraban a otro lado los segundos por su propio interés y ahora han dejado de matar por el mismo interés egoísta; el que ha cambiado es un PSOE que estaba del lado de la democracia y en contra del terrorismo –excepto el que practicaban ellos desde las cloacas del Estado– y ahora ni defiende la una ni ataca al otro.
Es el PSOE el que primero con Zapatero y después con Sánchez ha pasado con total naturalidad de asistir a los funerales de sus compañeros a sentarse en la mesa de negociación con los que ordenaban o justificaban los atentados. Y encima, en ese viraje hacia la miseria moral absoluta se permiten señalar a Vox como si hubiesen sido los miembros del partido de Abascal y Ortega Lara los que empuñaban las pistolas y colocaban las bombas lapa.
Y lo pero no es que los socialistas se hayan convertido en algo así de despreciable, lo peor es que en su degeneración han arrastrado a una buena parte de la sociedad española que el pasado 23J refrendó con su voto esa disparatada escala de valores.

