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José T. Raga

Rompiendo moldes

La selección de los más altos cargos electivos para la función pública, se hace con criterios poco recomendables, predominando la fidelidad y adhesión

En la aceptación social de los responsables de las decisiones públicas, la sociedad ha acudido, desde antiguo, a moldes referenciales, generalmente basados en el historial personal – currículo de vida –, niveles de conocimiento, o experiencia en la vida política, económica, profesional...

Los moldes tienen la ventaja de ofrecer una imagen de fácil control, para sobre ella crear la presunción de solvencia – en competencia, en honestidad, en laboriosidad, en eficacia… – de la persona a quien pertenece, sin necesidad de acopiar datos de desigual credibilidad.

Las circunstancias históricas, han determinado que estos moldes hayan ido rompiéndose, al cambiar la valoración de los referentes, bien por causas objetivos en su conformación, bien por los errores en la presunción de solvencia… cuando fueron más los desengaños que las confirmaciones.

Las referencias al molde curricular, era especialmente visible en poblaciones pequeñas. En ellas, recordando los años cincuenta y sesenta, era frecuente oír en reuniones informales, que alguno de los asistentes, tratando de mostrar autoridad a su intervención, comenzase citando que el maestro dijo ayer… referencia de autoridad que pronto sería sustituida, desafortunadamente, por la de ayer la televisión dijo, para acabar en agresiones de padres y escolares a sus maestros.

Algo semejante a la estima del maestro, ocurría con el médico – con idéntico final –, con el cura, con el ministro – recuerdo a Alberto Ullastres (1914-2001) especialmente –, basándose en la presunción de que, aunque con excepciones, aquellos, merecían ser dignos de la aludida presunción.

Los altos cuerpos de funcionarios de la Administración del Estado, eran igualmente acreedores de aquella presunción, considerando la dureza en su selección; tanto que, el Plan de Estabilización y la política desarrollista española subsiguiente – década de los sesenta –, abundante de tales cuerpos funcionariales, fueron un éxito inapelable, por la credibilidad de sus responsables.

¿Adónde han quedado aquellos moldes, aquellas personas? En los altos funcionarios del Estado, cada vez hay más excepciones, por lo que la presunción de competencia, se desvanece hasta perder su carácter como referente valorativo.

La selección de los más altos cargos electivos para la función pública – nadie jugándose su propio dinero –, se hace con criterios poco recomendables, predominando la fidelidad y adhesión a la persona, la afinidad política… frente a los de competencia, honestidad y responsabilidad profesional.

Así, elegidos para desempeñar el puesto ministerial, hemos comprobado frecuentes transgresiones, a aquella presunción inicial, cuando, testimoniar rigor y verdad públicamente, comportaba un coste. Si quieres saber quién es fulanito, dale un carguito, dice el refrán.

Es más, urge ahora una cuestión: cuál era la vocación de servicio a España, del presidente y sus ministros, si, ante un posible cese, luchan proponiéndose para la O.T.A.N., el B.E.I… donde también nadie se juega su dinero.

¿Pretendieron entonces servir a España, o servirse de España, para alcanzar un puesto supranacional? Los resultados de sus responsabilidades, – presidente y ministros –, han sido tan deplorables – deuda, paro, despidos, caos político…–, que han roto, cualquier molde supérstite.

Ante tantos casos decepcionantes, se acabaron los mitos, los tópicos y los moldes; es hora de analizar el quién y el cómo, para una correcta evaluación.

En España

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