
¿Es inteligente dialogar con un pedrusco? Como rezaba aquel eslogan célebre del PSOE sobre la OTAN, de entrada no. A pesar de lo cual, el aspirante Feijóo se apresta ahora a platicar de su quimérica investidura con un guijarro, acaso la piedra menos preciosa y más tosca que quepa imaginar. ¿Y por qué ansía dialogar Feijóo con Junts per Catalunya? Pues porque sabe poco de piedras. A mí no se me ocurre otra explicación alternativa. Desde que aterrizó en ese nido de víboras que es Madrid, Feijóo ha cometido algún que otro error leve, nada de importancia. Pero ese empecinamiento suyo en hablar con los tochos, ese va a ser el primero de los de verdad.
Pese a venir de Galicia, que según cantaban Los Resentidos es un sitio distinto, Feijóo posee el mismo conocimiento del nacionalismo catalán que el resto de la derecha española, o sea, ninguno. De ahí que crea factible el milagro de razonar con un mineral común. Y lo cree porque en él anida el malentendido de asimilar Junts per Catalunya, la partida neocarlista de Puigdemont, a la difunta Convergencia del Gran Ladrón y sus comerciantes fenicios. Pero es que Junts no tiene nada que ver con aquella CiU siempre dispuesta a mercadear sus votos con el mejor postor mesetario. CiU era un lobby de intereses empresariales periféricos envuelto en una señera; Junts, por el contrario, es un movimiento indigenista de liberación nacional. Dos mundos.
Tras verse promovido a la presidencia gracias a la CUP, lo primero que hizo Puigdemont, un oscuro periodista comarcal de Gerona sin ningún vínculo con los círculos del alto empresariado catalán, fue purgar el viejo partido de los tenderos al estilo de lo que era costumbre entre los estalinistas en los buenos tiempos. Salvo el maquiavélico Xavier Trias, no quedó títere con cabeza en CDC. Todos los demás, sin excepción, fueron jubilados anticipadamente por orden expresa suya. Al punto de que nadie importante hoy en Junts tuvo siquiera el carnet de CDC en el bolsillo. Como diría el otro, qué error, qué inmenso error.
