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Enrique Navarro

Y a mí ¿qué me importa Gabón? Cuando África explote, Europa temblará

Hay un gran consenso en la sociedad en que todas las amenazas a nuestra seguridad proceden de África

Hay un gran consenso en la sociedad en que todas las amenazas a nuestra seguridad proceden de África
Los gaboneses celebran en la calle el golpe de Estado contra el presidente Ali Bongo. | EFE

Seguramente una parte muy pequeña de la población española sepa ubicar en el mapa a Gabón y no digamos conocer algo de su origen o el nombre de su capital, de hecho creo que ya nadie estudia las capitales de África. Es un sistema educativo que cuanto va más para atrás, creemos que va más para adelante y así nos va.

Pues Gabón, capital Libreville, dónde los ricos viven por encima del piso quince y con menos de veinte grados gracias al aire acondicionado, como la única manera de evitar los miles de millones de mosquitos que allí cohabitan, tiene la extensión de media España, y es rico, lo que no significa que sus habitantes lo sean. Dispone de uranio, manganeso y petróleo, y todo ello desde los años sesenta ha sido puesto a disposición de Francia que se ha mantenido en el fondo como una potencia colonial, que se ha beneficiado de un régimen corrupto y escasamente democrático. Gabón está entre los cinco países con más desarrollo humano y económico del África Subsahariana, y viendo lo que pasa, imaginen cómo estarán los últimos de la lista.

Si este golpe se hubiera producido de forma aislada, seguramente no le hubiéramos prestado mucha atención, pero si analizamos lo que ha ocurrido en la región en los últimos dos años, deberíamos estar muy preocupados porque todo lo que pasa al sur nos afecta y mucho. De hecho creo que hay un gran consenso en la sociedad en que todas las amenazas a nuestra seguridad proceden de África.

El golpe de estado tiene las características propias de la región. La familia gobernante no cambia, que es la que agrupa al mayor número de tribus. En este caso el general Nguema es un líder que reúne todos los requisitos para suceder a la dinastía Bongo que ha gobernado desde la independencia del país. Nadie dudaba del fraude electoral, por lo que los disturbios organizados y la reacción del gobierno debieron ser perfectamente organizados por los golpistas para justificar su intervención. Además, para este tipo de estrategia subversiva que permite justificar lo injustificable, hay unos grandes expertos, los rusos.

Pero recordemos que hace unas semanas otro de los grandes aliados de Occidente, Níger, que condenó, como Gabón, la invasión de Ucrania, sufrió un golpe de estado de las mismas características. Y con éste, ambos se unen a los golpes de estado que se han producido en Mali, expulsando a las tropas francesas, en Chad, en Sudán y en Burkina Faso, y todo esto en menos de dos años. No es casualidad. Sabemos que ningún golpe de estado contra una potencia colonial se produce si no hay un fuerte apoyo internacional y detrás de todos estos movimientos está Rusia, China bastante tiene con sus quiebras financieras y sus problemas internos para andar con estas preocupaciones.

No solo es que la mitad de los países africanos sean aliados de Rusia, y que su gran mayoría tenga acuerdos de colaboración militar, es que tenemos a Wagner, el brazo armado de la política exterior rusa con bases en Libia, contribuyendo a la guerra civil que otra vez se aboca a sus más oscuros momentos, en República Centro Africana donde forman el núcleo central de su ejército, con actividades en Mozambique, Somalia, y con posible presencia en Argelia, principal aliado de Rusia en la región.

Pero este golpe no será el último acto de Putin en la región. La pacifica Senegal ya no lo es tanto, y existen fuertes problemas internos que seguramente están perfectamente organizados, como también los vemos en Guinea Ecuatorial, vecino de Gabón, y en Mauritania. Hasta la pacífica Túnez se aboca a un gobierno dictatorial si nadie lo impide.

Y ante esta evidente acción coordinada, que busca controlar una región mucho más grande que Europa, con la que compartimos miles de kilómetros de frontera en el Mediterráneo, que pretende dominar los recursos naturales que abastecen las centrales nucleares e industrias críticas para Europa y generar una influencia desde Ciudad del Cabo a Orán, ¿qué estamos haciendo los occidentales?

La respuesta va por barrios. Israel está sin duda siendo un agente muy relevante. Sus acuerdos con Marruecos, su influencia en Túnez, los recién descubiertos encuentros entre el gobierno de Unidad Libio y la diplomacia de Jerusalén, más su acción en Sudán y Etiopía, muestran su clara determinación de crear un fuerte contrapeso a Rusia y a sus aliados países árabes, como Siria e Irán. La estrategia de Israel es muy clara. La de Estados Unidos también lo es. Saben que Marruecos es clave para contrarrestar esta creciente influencia, y por eso es fundamental mantener el gobierno actual y al monarca alauita, y por esa misma importancia, no desechemos el hecho de que Rusia tratará de desestabilizar el régimen de Rabat a través de su apoyo al Frente Polisario y a Argel, y aprovechando cualquier debilidad interna para buscar una involución. Si Marruecos cayera en el lado oscuro de la fuerza, tendríamos el mayor problema de seguridad que hemos afrontado desde que Napoleón invadió España.

Francia ha sido una pésima potencia colonial y ahora sufre hasta dentro de sus fronteras sus efectos, es decir está atada de pies y manos para cualquier intervención en África que no sea recoger velas y salir corriendo. Mientras Europa gira hacia el Báltico donde percibimos la amenaza rusa, estamos perdiendo la vista de que Rusia nos va a abrir un frente sur mucho más amenazante y peligroso para nuestros intereses. Mientras que Europa está segura al norte gracias a la decisión y coraje de Polonia, los Estados Bálticos y Alemania, al sur dependemos de Macron, Sánchez y Meloni y puedo asegurar que Putin se merienda tipos más duros que estos todas las tardes sin despeinarse.

Y mientras todo esto pasa, nosotros a lo importante, que si el Pegasus, que si Rubiales, que si se forma un gobierno con aquellos que pretenden nuestra debilidad. Poco nos pasa. Lo que sí tengo claro es que cuando África explote, Europa temblará, y no falta mucho.

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