
Para que España no parezca una nación, se quiere aprobar en el parlamento, con un Gobierno en funciones, una reforma del reglamento para que las lenguas que sólo son cooficiales en las Comunidades respectivas, se eleven allí a un estatus de oficialidad. Y se va a aprobar, y habrá mayoría para hacerlo gracias al Partido Socialista, sólo para que Pedro Sánchez pueda obtener los votos de partidos separatistas para una investidura. Es más que evidente qué pretenden los separatistas con esto: que el parlamento no parezca el parlamento de una nación que dispone de una lengua compartida que es, además, la única oficial en todo su territorio. Los socialistas están perfectamente dispuestos a facilitar al separatismo este nuevo paso adelante en el debilitamiento y la destrucción de cuanto tienen en común los ciudadanos españoles.
Si hace falta contratar a una legión de traductores e intérpretes para lidiar con el plurilingüismo en el Congreso, se contratará a una legión o a un ejército entero. Si hay que habilitar cabinas y despachos para que esa legión o ese ejército pueda hacer su trabajo, se habilitarán como sea y donde sea. Si hay que gastar dinero para que España no parezca una nación en la sede de la soberanía nacional, se gastará sin ningún problema. Porque la prioridad absoluta es que Sánchez amarre los votos de los separatistas para su investidura. No el reforzamiento de lo común, no la igualdad de los ciudadanos, sólo amarrar unos votos para seguir en La Moncloa.
La píldora se va a dorar con falacias, mentiras y medias verdades, y no faltarán, ya se están haciendo, comparaciones que no pueden hacerse. Se menciona, por ejemplo, el caso de Suiza, porque en su parlamento se pueden utilizar cuatro lenguas. Pero se hurta la información de que en Suiza esas cuatro lenguas son oficiales en todo el territorio, cosa que no sucede aquí. Por ser más precisos e ir a la ley, son oficiales tres, mientras que la cuarta tiene un estatus particular. La diferencia es notoria, porque las lenguas cooficiales españolas son cooficiales exclusivamente en el ámbito autonómico. Y hay que contar también, ya puestos, que la cámara baja del Parlamento suizo se reúne poco más de sesenta días al año.
No vayamos tampoco al caso del Europarlamento porque no vale: no es un parlamento nacional. No saltemos a la ONU, aunque cabe reseñar que allí, con 193 estados miembros, se limitan a seis las lenguas oficiales. En el Congreso español, si se ponen, podrán usarse tantas lenguas como en la ONU o más. Todo para que los separatistas, a cambio de su voto a Sánchez, tengan la satisfacción de que la sede de la soberanía nacional se muestre como un cónclave de extranjeros que necesitan, para entenderse, de intérpretes, traductores y pinganillos.
