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Federico Jiménez Losantos

Mientras Sánchez depura el frente golpista, Vox se eclipsa y el PP se hace un lío

Lo mismo que entiendo poco afortunada la actuación del PP y Vox, defiendo que el domingo que viene se acuda al acto del PP en Madrid y al del día 8 en Barcelona.

Lo mismo que entiendo poco afortunada la actuación del PP y Vox, defiendo que el domingo que viene se acuda al acto del PP en Madrid y al del día 8 en Barcelona.
Pedro Sánchez durante su intervención en la fiesta de los socialistas gallegos. | EFE

La incurable nostalgia del PSOE que aqueja a las derechas se ha manifestado una vez más con la depuración de Redondo Terreros. Menos mal que Cayetano González ha recordado que el que lo echó de verdad fue Felipe González, con Cebrián como Suslov del PRISOE. Al romper desde Moncloa y Miguel Yuste el pacto Redondo-Mayor Oreja, el líder del PSE quedaba archivado para siempre. A cambio, quedó un elenco de nulidades como Patxi López, o traidores como Eguiguren. La prioridad de González siempre fue el PNV. Y el PP hizo lendakari a Patxi López, tan peneuvista.

Bueno, pues ahí está el PNV, con Ortúzar en Waterloo, postrado ante el prófugo del maletero, que le impuso las manos en la boina calva. Y todavía hay merluzos genoveses que creen que se puede contar con un gesto de última hora del separatismo vasco o catalán ¡y del PSOE! Tal vez deberían encargar una encuesta que explique por qué no apoyan al PP. No se puede ser más tonto. Salvo que la reincidencia se tome como agravante.

Los líos del PP para exhibir la oposición a Sánchez

La expulsión de Redondo Terreros ha sido la prueba de que está pactada la amnistía. Por eso, PP y Vox deberían haberse lanzado de cabeza a la calle. Lo explicó muy bien Cayetana y lo adelantaron Aznar y Ayuso, tal y como había dicho antes Feijóo. Pero está visto que los fantasmas de Génova están empeñados en dejar mal al presidente del partido, porque en pocos días se ha pasado de anunciar una gran concentración a un acto y a un "acto abierto de partido", áteme usted esa mosca por el rabo, y de la Plaza de España, cuando tocaba Colón, a la de Felipe II, donde, según las cenagosas fuentes genovesas, Feijóo leerá un aperitivo de su discurso de investidura.

Así que en tres días negaron una manifestación y la convocaron, una plaza y la cambiaron, un acto abierto a la ciudadanía, pero de partido, que acaba en fervorín presidencial. Si querían demostrar que el PP no se atreve a echarse a la calle antes de que Feijóo cumpla el encargo del Rey, podían habernos ahorrado tanto vaivén. Siguen sin asumir el resultado electoral. Dicen que sí, pero prueban que no. En cuanto a Vox, no sabemos si querrá ir a Felipe II, barrunto que no, y piensa "desembarcar" en la manifestación de Sociedad Civil Catalana. Otro eclipse de Abascal como el de la moción de Tamames. Así que el PP presenta un liderazgo perplejo; y Vox, desvaído.

La ventaja del acto del PP el 24 es que no es será el único contra Sánchez y su amnistía, precio de su investidura y bautismo de su dictadura personal. El que más promete es el de Barcelona del 8 de octubre, sexto aniversario de aquella manifestación inolvidable tras el discurso del Rey, con un millón de personas en la calle. Además, se producirá tras el discurso de Feijóo y la sorpresa previsible que guarda Sánchez, para fastidiar al Rey y al PP: el acuerdo de investidura de su mayoría golpista. Estarán entonces sólo un poco más claros los planes de Sánchez porque las intenciones están clarísimas: amnistía, deslegitimación de las instituciones democráticas por el Tribunal Prostitucional de su compinche Pumpido, y feroces ataques al modo bolivariano contra la oposición y todos los medios hostiles al Poder. Para entonces, Feijóo habrá cumplido ya el encargo real y tendrá decidido, cómo se enfrenta desde la oposición parlamentaria y callejera al dictador. Sin zigzagueos ni cautelas y sin precauciones ya inútiles. Más nos vale.

Porque para que haya una dictadura, a veces sólo hace falta un dictador. Y nadie puede dudar de que Sánchez tiene madera de tirano. Lo que le vamos a ver en el futuro lo anuncia lo que le vemos en el presente: un sujeto capaz de todo, dispuesto a todo, carente de todo límite en su ambición de poder. Y un poder sin límites exige la abolición del tiempo y el espacio: el espacio de los obstáculos legales a su poder y el tiempo de su duración. Para durar ilimitadamente, Sánchez debe crear su propio espacio, que rompa el reloj de su estadía en el Poder. ¿Y qué anula los límites de tiempo y espacio que marca la constitución? El propio régimen constitucional y la monarquía parlamentaria. ¿Y qué tienen en común Sánchez y sus socios? Que les sobra el Rey. El único marco en que puede desarrollarse el proyecto de poder de Sánchez es la República. Y sin duda, ese será su próximo objetivo.

Las repúblicas catalana, vasca y plurinacional necesitan hundir la Corona

Durante mucho tiempo, tanto por parte de los monárquicos acomplejados, esos que han convertido los premios Princesa de Asturias en una pasarela de titiriteros o profesores famosos de extrema izquierda, como de los que desconfían del pueblo español, es decir, los partidos políticos de derechas, se ha evitado que la forma de gobierno constitucional, o sea, la monarquía, forme parte del debate político. Por la corrupción en el caso de Juan Carlos I, que le llevó a abdicar, y por el temor a erosionar la figura de Felipe VI tras su valerosa defensa del orden constitucional frente al golpe de 2017. Que las últimas murallas que defendían el sistema democrático eran los jueces y la corona se ha repetido muchas veces, y era bien cierto. Que, tras la toma del Constitucional por los prevarigalupadores de Sánchez, sólo queda la Corona, es desoladoramente evidente. Bien está que se haga lo posible por no utilizar innecesariamente la figura del Rey, pero tampoco hay que esconder a la opinión pública que la Corona es el último obstáculo de Sánchez y sus socios para imponer su republica plurinacional y destruir España, al menos en sus límites históricos. Y, por supuesto, las libertades. Por razones que algunos juzgarán paradójicas y otros, lógicas, dada nuestra historia, el futuro de la Corona y el de la libertad están radicalmente unidos.

Por eso, hay que combatir los argumentarios campanudos y aparentemente ingenuos que vierten en las redes los enemigos de la democracia, que también, aunque menos que en la izquierda, hay en la derecha. No son tan ingenuos, y buscan que la Corona no sobreviva a sus obligaciones, tarea cada vez más difícil con Sánchez en el Poder. La última ocurrencia de los primeros pobladores de Vox era que el Rey utilizase una argucia retórica para enmendar el voto en las elecciones, es decir, que las convocara por no haber acudido a las consultas los separatistas. A esas jaimitadas me refiero.

Cada día, en cada rincón de España, todos contra la dictadura de Sánchez

La Nación, el Estado, la Constitución y la Corona son para Sánchez y sus socios un mismo enemigo, un solo blanco al que disparar sin tregua. Hay, pues, que criticar lo que nos parezca errado en las convocatorias de los partidos o las organizaciones cívicas contra la dictadura de Sánchez, pero no contra las convocatorias mismas. Por eso, lo mismo que entiendo poco afortunada la actuación del PP y Vox, por las razones expuestas, defiendo que el domingo que viene se acuda al acto del PP en Madrid y al del día 8 en Barcelona. Porque todos los días y a todas horas, en todos los frentes, hay que demostrarle al dictador Sánchez, que destruir España no, le será fácil, al menos mientras queden españoles. Y quedan, como mínimo, once millones. Ellos no piensan parar hasta destruirnos. Nosotros no debemos parar hasta destruirlos a ellos. No es una cuestión ideológica, es simple supervivencia.

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