
La comisión ejecutiva del PSánchez decidió este pasado lunes la expulsión del PSOE de Nicolás Redondo Terreros, noticia que se conoció este jueves. Se da la circunstancia que la siempre rumbosa número dos de Sánchez, María Jesús Montero, con esa facilidad de palabra y claridad en la expresión que Dios le ha dado, dijo, tras la reunión de la ejecutiva, -conociendo ya la decisión de expulsar a Redondo- que, en la actualidad, en su partido, "quien se mueve, si sale en la foto", en clara referencia a la frase dicha en su momento por Alfonso Guerra: "quien se mueve, no sale en la foto". Pues bien, Nicolás Redondo, se ha movido y, efectivamente, ya no saldrá en la foto.
Pero Nicolás Redondo sufrió hace veintidós años otra expulsión, en este caso de la política activa. Sus ejecutores fueron Felipe González y Juan Luis Cebrián. El 13 de mayo de 2001 se celebraron unas importantes elecciones vascas, en las que los candidatos del PP y del PSE, Jaime Mayor Oreja y Nicolás Redondo, tenían un acuerdo implícito, no escrito, que caso de sumar los escaños suficientes, llegarían a un pacto para echar del poder al PNV, que llevaba gobernando en la Comunidad Autónoma Vasca desde 1980.
Eran unos momentos en que el constitucionalismo se había reactivado en el País Vasco después del asesinato en 1997 de Miguel Ángel Blanco y del ominoso pacto de Estella suscrito por el PNV y Eusko Alkartasuna con ETA. En ese pacto se recogía, entre otras lindezas, no acordar nada y echar de las Instituciones a los que ellos llamaban "partidos españolistas", es decir, PP y PSOE, porque en aquel momento, los socialistas, y muy concretamente el PSE, del que era secretario general Nicolás Redondo, si era un partido constitucionalista.
Ese entendimiento entre PP y PSE en las elecciones vascas del 2001 no gustó nada a Felipe González, que, en un mitin en Barakaldo durante la campaña electoral, supuestamente de apoyo a Redondo, le dijo textualmente: "Nicolás, te estás equivocando. Cuida a nuestros amigos del PNV". Ese fue el anuncio de la muerte política del dirigente socialista vasco, que fue rematada por Juan Luis Cebrián, a través de un artículo publicado en El País el 18 de mayo de 2001, cinco días después de las elecciones vascas, titulado El discurso del método, que era una crítica directa a la estrategia seguida por Nicolás Redondo en aquellas elecciones. El artículo de Cebrián contenía asimismo diversas loas al PNV -que ya había pactado con ETA en Estella después del asesinato de Miguel Ángel Blanco- y que leído en el momento presente muy probablemente sonroje a su propio autor ante la deriva seguida después por el partido fundado por Sabino Arana.
La campaña brutal desatada por el grupo Prisa contra Nicolás Redondo, llevó a este a dimitir de sus cargos y a abandonar desde entonces la primera línea de la política, a la que nunca más ha vuelto a regresar. Le sustituyo en la secretaría general del PSE, Patxi López. No hace falta comentar nada más.
Puedo contar que en una entrevista que le hice a Redondo en el Hotel Landa, a las afueras de Burgos, al poco tiempo de todos estos hechos, le pregunté si se había planteado dejar el PSOE, a lo que me contestó tajantemente: "yo nunca abandonaré el PSOE, porque es mi casa política y lo que he mamado en mi casa familiar". Evidentemente se refería a que desde muy pequeño había visto a su padre luchas por las ideas del socialismo, ser una pieza clave en el Congreso de Suresnes y dirigir la UGT durante bastantes años.
Nicolás, efectivamente, no se ha ido del PSOE, sino que le han echado. Muy probablemente, él propio afectado lo había dejado entrever en sus intervenciones públicas en las últimas semanas, se habría ido de su partido, si este aprobada la ley de amnistía para conseguir los votos del prófugo Puigdemont. Y esa puede ser una de las razones por las que la ejecutiva del PSánchez, se ha adelantado y le ha expulsado.
Nicolás Redondo ha sido y seguirá siendo una persona digna, honesta y honrada. Fiel a sus principios e ideas. Su condición de militante de base desde que abandonó los cargos orgánicos en el PSOE, no le han impedido ser crítico con diversas actuaciones de su partido. En algunos casos de una forma más bien templada, y en los últimos tiempos, con una mayor claridad y contundencia. Quizás era consciente que no había nada que hacer con la deriva de Sánchez y sus pactos con los independentistas catalanes, con los herederos políticos de ETA, y con la destrucción que estaba causando en el régimen constitucional del 78.
Algunos han interpretado la expulsión de Redondo, como un aviso a navegantes a todos aquellos socialistas que se atrevan a criticar Sánchez y a sus políticas de entreguismo a los enemigos de España. Personalmente creo que la expulsión de Nicolás pone de manifiesto que la mediocridad de los que mandan, que tienen que recurrir a este tipo de medidas para quitarse de en medio a personas que les dan mil vueltas en cualquiera de los aspectos que se quieran comparar: dignidad, coherencia, compromiso, lealtad a la Constitución, lucha por la igualdad o por la libertad. En esta última faceta, Nicolás Redondo fue un ariete importante en la lucha contra el terrorismo de ETA, durante toda su vida, y especialmente durante los años que estuvo al frente del PSE.