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EDITORIAL

La verdadera cara de Hamás… y de sus amigos

Si de verdad les importase un poco el futuro de los habitantes de Gaza ya hace mucho que habrían denunciado a los terroristas que los tienen sometidos.

Por su magnitud, pero también por la forma en la que se ha desarrollado y la brutal inhumanidad que han exhibido sus perpetradores, el ataque de Hamás a Israel de estos días merece un puesto destacado, quizá el más destacado, entre las mayores atrocidades terroristas de la historia.

Han asesinado a más de mil personas, la inmensa mayoría civiles inocentes, incluyendo mujeres, niños, ancianos… Han matado a familias completas, han violado a mujeres, las han secuestrado y horroriza pensar lo que pueden estar haciéndoles en Gaza.

Hamás y la escoria que forma esta organización han enseñado su verdadera cara: la más inhumana, cruel y brutal que imaginarse pueda. Han demostrado hasta qué punto son seres despreciables completamente enfermos de odio, sádicos hasta el horror, tan antisemitas que podrían haber pasado por los más furiosos SS de un campo de exterminio nazi.

A cualquier persona normal con un mínimo de sensibilidad y humanidad lo que ha ocurrido le produce una conmoción enorme que es mayor cuanto más detalles sabemos, cuantas más imágenes de una crueldad extrema vemos. Una conmoción que tiene que traer de la mano una profunda solidaridad con las víctimas y con un país que se ha visto atacado en su propio territorio de una forma así de salvaje, que ha perdido a cientos de los suyos y que sabe que al menos decenas de compatriotas están secuestrados y torturados por gentuza que ya ha demostrado de lo que es capaz.

Por desgracia, los integrantes de una parte importantísima de la izquierda española no pueden ser considerados, a estos efectos, personas normales: incluso en medio de estas circunstancias horribles han corrido a solidarizarse con los agresores, con los asesinos, con las bestias sedientas de sangre que han recorrido el sur de Israel a la caza del inocente.

Su antisemitismo y su odio a lo que representa Israel –una isla de democracia, libertad y prosperidad en un océano de tiranías y pobreza– son tan grandes que ni siquiera esperaron a ver qué era lo que estaba ocurriendo, ni siquiera han tenido la inteligencia de aguantar durante unos días y no vomitar ahora su bilis, cuando los cadáveres todavía están calientes.

Equidistantes en el mejor de los casos, como si se pudiese comparar un estado democrático con una banda terrorista asesina, y siempre justificando el terror y mintiendo sobre la historia de Israel, lo más granado de la izquierda española ha demostrado que no es capaz de separarse de los criminales ni siquiera por estética o por oportunismo, ya que está claro que por convicción no lo van a hacer.

Lo peor, quizá, es que por mucho que ellos enmascaren su antisemitismo de apoyo a los palestinos no es cierto: si de verdad les importase un poco el futuro de los habitantes de Gaza ya hace mucho que habrían denunciado a los terroristas que los tienen sometidos a una cruel dictadura y, sobre todo, no jalearían actos terroristas que sólo sirven para desatar una guerra en la que van a morir miles de palestinos.

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