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EDITORIAL

La judeofobia del Gobierno convierte a Sánchez en un paria internacional

Sánchez ya era irrelevante en la escena internacional, pero la judeofobia de su Gobierno lo ha convertido en un personaje tóxico y a España en un país desprestigiado.

Diez días después de la masacre de cientos de civiles israelíes perpetrada por el grupo terrorista palestino Hamás el presidente del Gobierno no se ha puesto en contacto con su homólogo israelí, siquiera para mostrarle las condolencias del pueblo español por uno de los peores ataques terroristas de la historia reciente. Este hecho, desvelado por el portavoz de la oposición, pone de manifiesto el aislamiento de Sánchez en la escena internacional a pesar de ostentar la presidencia rotatoria de la Unión Europea, un cargo que, en las actuales circunstancias, debería situar a España en el centro del debate sobre la grave crisis desatada en Oriente Medio.

Pero si la actitud equidistante de Sánchez ante la masacre de civiles israelíes lo convierte en un apestado a ojos de las principales cancillerías, mucho peor es el abierto antisemitismo de sus socios de Gobierno, que no es ya que disculpen las salvajadas inconcebibles perpetradas por los terroristas palestinos en suelo israelí, sino que, directamente, participan en manifestaciones en convocadas por organizaciones próximas a Hamás acusando a Israel nada menos que de estar cometiendo un genocidio.

Mientras en otros países se ilegalizan a este tipo de organizaciones defensoras de bandas terroristas, los socios de coalición de Sánchez acuden a los llamamientos de estos grupos para insultar a las víctimas y defender a sus asesinos, lo que da una idea certera del abismo moral en el que yace el Gobierno de España en estos momentos aciagos.

Por si fuera poco el sonrojo colectivo al que nos vemos sometidos por estas decisiones gubernamentales, el movimiento ultraizquierdista liderado por la vicepresidenta de Sánchez ha llegado a exigirle el reconocimiento unilateral del Estado palestino, disparate formidable que ni siquiera contemplan los países islámicos que promueven los atentados contra Israel. El encanallamiento de la ultraizquierda contra los judíos llega al extremo de imponer esa condición aberrante como requisito para votar a favor de la investidura de Sánchez, lo que demuestra que su actitud antisemita no es un hecho casual, sino un rasgo constitutivo que actúa como argamasa ideológica en el seno la izquierda española.

Sánchez ya era irrelevante en la escena internacional, pero la judeofobia de su Gobierno lo ha convertido en un personaje tóxico y a España en un país desprestigiado cuya imagen costará años recuperar cuando él y sus socios salgan del poder.

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